El culto "en espíritu y en
verdad" (Jn 4,24) de la Nueva Alianza no está ligado a un lugar
exclusivo. Toda la tierra es santa y ha sido confiada a los hijos de los
hombres. Cuando los fieles se reúnen en un mismo lugar, lo fundamental es que
ellos son las "piedras vivas", reunidas para "la edificación de
un edificio espiritual" (1 P 2,4-5). El Cuerpo de Cristo resucitado
es el templo espiritual de donde brota la fuente de agua viva. Incorporados a
Cristo por el Espíritu Santo, "somos el templo de Dios vivo" (2 Co
6,16).
Cuando el ejercicio de la libertad
religiosa no es impedido (cf DH 4), los cristianos construyen edificios
destinados al culto divino. Estas iglesias visibles no son simples lugares de
reunión, sino que significan y manifiestan a la Iglesia que vive en ese lugar,
morada de Dios con los hombres reconciliados y unidos en Cristo.
"En la casa de oración se
celebra y se reserva la sagrada Eucaristía, se reúnen los fieles y se venera
para ayuda y consuelo los fieles la presencia del Hijo de Dios, nuestro
Salvador, ofrecido por nosotros en el altar del sacrificio. Esta casa de
oración debe ser hermosa y apropiada para la oración y para las celebraciones sagradas"
(PO 5; cf SC 122-127). En esta "casa de Dios", la
verdad y la armonía de los signos que la constituyen deben manifestar a Cristo
que está presente y actúa en este lugar (cf SC 7):
El altar de la Nueva Alianza
es la Cruz del Señor (cf Hb 13,10), de la que manan los sacramentos del
Misterio pascual. Sobre el altar, que es el centro de la Iglesia, se hace
presente el sacrificio de la cruz bajo los signos sacramentales. El altar es
también la mesa del Señor, a la que el Pueblo de Dios es invitado (cf. Institución
general del Misal romano, 259: Misal Romano). En algunas liturgias
orientales, el altar es también símbolo del sepulcro (Cristo murió y resucitó
verdaderamente).
El tabernáculo debe estar
situado "en las iglesias en el lugar más digno y con el máximo honor"
(Pablo VI, Carta enc. Mysterium fidei). La nobleza, la disposición y la
seguridad del tabernáculo eucarístico (SC 128) deben favorecer la adoración del Señor
realmente presente en el Santísimo Sacramento del altar.
El Santo Crisma (Myron), cuya unción es
signo sacramental del sello del don del Espíritu Santo, es tradicionalmente
conservado y venerado en un lugar seguro del santuario. Se puede colocar junto
a él el óleo de los catecúmenos y el de los enfermos.
La sede del obispo (cátedra) o del sacerdote
"debe significar su oficio de presidente de la asamblea y director de la
oración" (cf. Institución general del Misal romano, 271: Misal
Romano).
El ambón: "La dignidad de la Palabra de Dios exige
que en la iglesia haya un sitio reservado para su anuncio, hacia el que,
durante la liturgia de la Palabra, se vuelva espontáneamente la atención de los
fieles" (cf. Institución general del Misal romano, 272: Misal
Romano).
La reunión del pueblo de Dios
comienza por el Bautismo; por tanto, el templo debe tener lugar apropiado para
la celebración del Bautismo (baptisterio) y favorecer el recuerdo de las
promesas del bautismo (agua bendita).
La renovación de la vida bautismal
exige la penitencia. Por tanto, el templo debe estar preparado para que
se pueda expresar el arrepentimiento y la recepción del perdón, lo cual exige
asimismo un lugar apropiado.
El templo también debe ser un
espacio que invite al recogimiento y a la oración silenciosa, que prolonga e
interioriza la gran plegaria de la Eucaristía.
Finalmente, el templo tiene una
significación escatológica. Para entrar en la casa de Dios ordinariamente se
franquea un umbral, símbolo del paso desde el mundo herido por el pecado al
mundo de la vida nueva al que todos los hombres son llamados. La Iglesia
visible simboliza la casa paterna hacia la cual el pueblo de Dios está en
marcha y donde el Padre "enjugará toda lágrima de sus ojos" (Ap
21,4). Por eso también la Iglesia es la casa de todos los hijos de Dios,
ampliamente abierta y acogedora.
CIC
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