Tomás H. Jerez

martes, 21 de agosto de 2012

EL ORIGEN HISTÓRICO DE LA EXPRESIÓN “actuosa participatio”


El adjetivo “activa” es usado por primer para vez por el Magisterio en el motu proprio Tra le sollecitudini (1903), de Pio X. Para el Papa la liturgia es el lugar privilegiado donde florece y se mantiene el espíritu cristiano. La participación activa a los sagrados misterios y a la oración solemne de la Iglesia es la fuente donde los files beben y se alimentan de este espíritu cristiano[1].Pio X no se limitó a la enunciación del principio, sino que lo llevó a la práctica promoviendo la comunión frecuente, la participación de los niños a la eucaristía y permitió al acceso al rezo de la liturgia de las horas a los laicos, reduciendo el número de los salmos.




            En los años 1915 y 1921, bajo el pontificado de Benedicto XV, son enviadas desde la Secretaria de Estado dos cartas que hablan de la participación en la liturgia. La primer carta el Card. Gaspari, Secretario de Estado, la dirige al abad de Montserrat, en ocasión del Congreso Litúrgico, intitulándola: “Fidelium activa participatio liturgiae”. Exhorta a difundir entre los fieles el conocimiento exacto de la liturgia, suscitando el gusto sacro por las formulas, ritos, cantos, con los cuales dan culto a Dios. La participación activa debe llevar a los fieles a unirse al Sacerdote acerarse a la Iglesia, nutrirse de piedad, encender la fe y mejorarles la vida[2]. La segunda carta es dirigida al cav. Marietti, en ocasión de la parvus Missale Romanum, latine et italice, en esta se habla de la participación del pueblo en el Sacrificio Eucarístico[3].



            Pio XI hará mención de la expresión “participación activa” en su Constitución Apostólica Divini cultus (1928): «Quo autem actuosius fideles divinum cultum participent cantus gregorianus, in iis quae ad populum spectant, in usum populi restituatur»[4].



            La Encíclica Mediator Dei (1947) de Pio XII, habla explícitamente de la “participación activa”, aun cuando en las 13 menciones que se hace de la participación, nunca la acompañada del adjetivo “activa”. El Papa dice que la participación debe ser sobretodo interna, ejercitada con pía atención de ánimo, con íntimo afecto del corazón, de un modo tan intenso y tan activo que, sacerdote y asamblea, se unan íntimamente al sumo sacerdote y con él y por él ofrezcan el sacrificio, sacrificándose con Él[5]. La participación interna es acompañada de acciones externas, como las diversas posturas  del cuerpo, las respuestas a las oraciones de ministro, el canto, etc. La liturgia es el culto del Corpus totus, del entero cuerpo de Cristo, cabeza y miembros. Los fieles participan activamente cuando ofrecen con el sacerdote que preside el sacrificio y en cuanto deben ofrecerse a sí mismos como víctimas, como enseña Inocencio III: «No sólo ofrecen el sacrificio los sacerdotes, sino también todos los fieles; pues lo que se realiza especialmente por el ministerio de los sacerdotes, se obra universalmente por el voto o deseo de los fieles[6]». La participación externa juntamente con la interna constituyen la participación activa[7], que es perfecta cuando es unida a la participación sacramental.



            Pío XII favorece la participación con la reforma de la vigilia pascual, y de toda la semana santa, modificando el ayuno eucarístico y dando lugar a la misa vespertina, y promovió el canto de los fieles en la liturgia.



  La introducción del concepto “participación activa” en ámbito Magisterial, fue acompañado por numerosas iniciativas del movimiento litúrgico. Lambert Beuduin hace propia las palabras de Pío X, de la introducción a Inter Sollicitudines. La participación de los fieles a los sagrados misterios y a la oración pública de la Iglesia constituyen la fuente primaria e indispensable de donde ellos pueden beber el auténtico espíritu cristiano. La “participación activa” es el slogan del movimiento litúrgico. Lambert propone como aplicaciones: la devoción; la liturgia como inspiración de la piedad y la vida cristiana; Difusión de la traducción del misal, para que las oraciones de los fieles fuesen las oraciones litúrgicas, que son más objetivas; Dejar de hacer novenas en misa y llenar ese "vacío" con la misa misma; Recuperar en el hogar las vísperas, la bendición de la mesa y oraciones en los tiempos litúrgicos, es decir, hacer que el espíritu litúrgico penetre en las manifestaciones religiosas del pueblo cristiano; promocionar el canto gregoriano, según las orientaciones de Pío X.



Fueron también promotores del movimiento: Dom Guéranger, Dom Columba Marmion, Cardenal Gomá, Dom Odo Casel, Pío Parsch, Cardenal Schuster, Dom Casimiro Sánchez Aliseda, Dom Bernard Capelle, Dom Manuel Caronti, Dom Benito Baur, Dom Santiago Alameda, Don José Pío Gurruchaga, Romano Guardini, Mario Righetti, Dom Francisco Vandenbroucke, Dom Germán Prado, Cardenal Lercaro, Padre Brasó, Dom Justo Pérez de Urbel, Dom Andrés Azcárate, Dom Salvador Marsili, Claude Jean-Nesmy, Dom Cirpiano Vagaggini, Aimé Georges Martimort y Divo Barsotti[8].



¿Qué promovía el movimiento litúrgico? Unir la vida espiritual a la vida litúrgica; pasar de una ejecución mecánica del rito a una redescubrimiento de su significado; volver a las fuentes de la liturgia, introducir el uso de la lengua vulgar; recuperar la concelebración; afirmar el concepto del sacerdocio común de los fieles. La investigación histórica fue acompañada del estudio teológico. Se investigaron los orígenes del culto cristiano, la historia de la misa y del breviario, los textos antiguos, las oraciones de la misa, etc. Se hizo la primera edición crítica de la Tradición Apostólica de Hipólito y del canon de la misa. El estudio teológico comprendía la espiritualidad y la pastoral de la liturgia.

Tomás H. Jerez

                [1] Cf. Pío X, Motu proprio Tra le sollecitudini, sobre la música sacra, Introducción.
                [2] Cf. A Bugnini. [ed.], Documenta Pontificia ad instaurationem liturgicam spectantia [1903-1953] = “Ephemerides Liturgicae”. Sectio Practica 6 [Roma, 1953], 52.
                [3] Cf. A Bugnini. [ed.], Documenta Pontificia ad instaurationem liturgicam spectantia, 54.
                [4] Pío XI, Carta apostólica Divini cultus, sobre la música sagrada, en ASS 21 [1921], 39.
                [5] Cf. Pío XII, Mediator Dei, 99 (a partir de ahora MD).
                [6] Inocencio III, De Sacro Altaris Mysterio, libri sex, Faber, III 6.
                [7] MD, 146.
                [8] Cf. M. Garrido. Bonaño, Grandes maestros y promotores del Movimiento Litúrgico, BAC, índice.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario