Tomás H. Jerez

jueves, 1 de marzo de 2012

EL ESPACIO ARQUITECTÓNICO PARA LA ASAMBLEA LITÚRGICA

Iglesia, compuesta de personas, no es ante todo una estructura, sino fundamentalmente comunión, comunidad. Hacer posible la participación significa, en primer lugar, eliminar los obstáculos que pudieran impedir la libre acción de la comunidad: ésta debe poderse ver, sentir, cantar juntos.
La liturgia es acción que debe hacerse posible. La distinción o diferencia ministerial impone aquí la necesidad de distinguir el área presbiterial y la del aula, que no es, sin embargo, una separación: la presidencia de la asamblea lo es para nosotros y con nosotros. Dentro del aula tienen su lugar específico los centros ministeriales para la eucaristía, para la iniciación cristiana, para la reconciliación y el lugar de la presencia eucarística. La copresencia de todos ellos, por otra parte significativa, impone una articulación que, según los diversos momentos de la celebración, llegue a establecer el centro de referencia como polo privilegiado. La luz, la forma, el espacio arquitectónico; todo debe dar una respuesta adecuada.

a) El centro ministerial para la eucaristía.
En el área presbiterial están colocados el altar, el ambón y la sede presidencial. La centralidad del altar no es un marco geométrico, sino una característica del espacio.
El ambón es el lugar de la proclamación de la palabra, es la mesa de la palabra: Cristo es el único sacerdote. El recorrido procesional que conduce hasta el área presbiterial debe pasar por en medio de la comunidad congregada: la vestición, la preparación del celebrante es ya un comienzo de la celebración (sacristía).
b) El centro para la iniciación cristiana.
Lo forma la pila bautismal; ahí se guardan también el crisma y los santos óleos para la administración del sacramento de la confirmación. Es un lugar donde, al recibir el bautismo, se pide ser acogidos en el seno de la iglesia, ser hermanos en Cristo, hijos del Padre, signo pascual. Es un lugar vivo, de gozo; es un lugar de acogida que lleva a la eucaristía. Es la ecclesia que acoge; en modo alguno un lugar privado, sino el lugar propio de una celebración comunitaria.
c) El centro para la reconciliación.
Es el lugar donde personalmente respondemos a la invitación de "dejarnos reconciliar" con el Padre, para ser readmitidos a la comunión con los hermanos. Es una respuesta que damos personalmente, pero sin dejar de ser la comunidad la que acoge de nuevo: el lugar, por consiguiente, no puede pensarse independiente del aula comunitaria.
d) El lugar de la presencia eucarística.
No es el lugar de la celebración. El misterio eucarístico hace sacramentalmente presente a Cristo: se le rinde a este misterio acción de gracias y culto. La presencia eucarística es el principal signo real que llena nuestras iglesias cuando no hay celebraciones, lo que distingue un lugar sagrado de otro ordenado a una comunidad humana. Cristo se ofrece a todos y por todos bajo las sagradas especies: tal ofrenda se presenta como peculiaridad permanente del edificio, signo real que puede distinguir incluso exteriormente el edificio-iglesia.
De E. Abruzzini
Nuevo Diccionario de Liturgia – Ediciones Paulinas

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