Tomás H. Jerez

jueves, 1 de marzo de 2012

ORIENTACIONES PARA LA PRAXIS – ARQUITECTURA SACRA

El problema de una interpretación crítica y bien orientada de las obras de arquitectura religiosa, realizadas o sin realizar, se nos plantea desde la exigencia misma de encontrar posturas comunes que, dentro de situaciones diversas, puedan llevar a reconstruir no ya una imagen formal única, sino una modalidad de la unidad de la iglesia visible.
UNIDAD EN LA DIVERSIDAD.
No conviene, pues, sugerir un único modelo de iglesia (edificio arquitectónico) como signo de la unidad de los cristianos, confundiendo así la unidad en espíritu y verdad con la uniformidad de las tipologías y de la forma arquitectónica. La arquitectura se expresará como servicio a la iglesia sólo cuando se transforme en edilicia eclesial en el sentido ya varias veces invocado. Las invariables que vamos a señalar se traen como orientación para una definición siempre local del edificio sagrado, por lo que deben interpretarse dentro de unos contextos urbanos bien determinados.



Las indicaciones recogidas en los cinco puntos siguientes no configuran ningún modelo arquitectónico concreto, sino más bien las modalidades determinadas, y frecuentemente olvidadas, que constituyen unos puntos de referencia en orden a la definición del programa edilicio, elaborado conjuntamente por el arquitecto y por la comunidad local, así como un instrumento de comprobación de las proposiciones del realizador arquitectónico. Se podría decir, en definitiva, que una iglesia-edificio que, en la diversidad de situaciones, no tenga en cuenta las cinco siguientes invariables, por hermosa que sea, no es "hoy" una iglesia. Ese más, que tal vez todos quisieran, lo proporcionará la modalidad con que la comunidad cristiana se identifique con la iglesia de Cristo.
EL RESPETO TÓPICO.
Cada ambiente, cada lugar tiene sus específicas propiedades, que exigen una respuesta adecuada.
Situaciones urbanas, morfológicas, ambientales, materiales, métodos constructivos locales: todo ello debe ser valorado y asumido amorosamente como material para la construcción localizada del edificio iglesia. No hay aquí justificaciones religiosas, de prestigio, de solemnidad, que avalen contrarias posturas. Esta fundamental orientación no excluye el nacimiento de nuevas catedrales; lo que sí excluye con toda claridad son las catedrales en el desierto.
LA ACOGIDA.
La iglesia es un edificio para todos; y son sobre todo los más débiles, los niños, los ancianos, los inválidos quienes más necesidad tienen de sus amorosas atenciones. Las estructuras arquitectónicas deben contar con la realidad articulada del pueblo de Dios. Un edificio accesible, caracterizado por unas estructuras para la acogida, es un modo de ser y una invitación universal a la escucha del mensaje.
Para muchos, tal invitación puede llegar a ser una constante interpelación; esta disponibilidad —que es la esencia de la pobreza evangélica— puede crear dificultades: es un riesgo que se corre, so pena de cerrarse en defensa de estructuras de seguridad que marginan a otros muchos. El testimonio de los mejores miembros del pueblo de Dios, los santos que nos han precedido en el camino de la salvación, constituye la primera referencia significativa en el área de la acogida. La acción comunitaria no se realiza entre indiferentes, sino entre hermanos en Cristo: no es posible una comunidad sin fraternidad humana.
Un lugar para el encuentro fraterno, antes y después del encuentro con Cristo en la liturgia, distingue a la comunidad cristiana de un selfservice que no otorga ningún valor a las relaciones interpersonales entre sus clientes. Más todavía: la apelación al uso de los medios técnicos, que tantas veces se invoca en las instrucciones para la exacta aplicación de la constitución vaticana sobre la liturgia, debe llevar a una más atenta consideración de los aspectos ligados a la acogida: la ventilación, la iluminación adecuada, las condiciones acústicas y de recogimiento; factores frecuentemente olvidados en edificios que no parecen en absoluto construidos para una asamblea de personas humanas.
De E. Abruzzini
Nuevo Diccionario de Liturgia – Ediciones Paulinas

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