Se hace necesaria una consiguiente especificación.
Entre las dos posturas extremas: dejar al técnico artista toda decisión o
predeterminar por parte de las comisiones eclesiásticas competentes los modelos
unívocos, se ve la conveniencia de reconsiderar juntos, comunidad local
y artistas —como momento de madurez de la comunidad y de concienciación del
artista—, la doctrina teológica sobre la iglesia; con lo que se consigue la
individuación no de espacios ni de formas, sino de contenidos, de significados de
las presencias y de las específicas exigencias locales que puedan
constituir la base del programa edilicio a cuya realización concurren de
igual manera la intuición, la creatividad, la sensibilidad del artista —correlativas
a los vínculos internos y externos del programa mismo— dentro de un proceso
unitario formativo de la obra. La comunidad local, las comisiones diocesanas y
la central sobre el arte sacro podrán después comprobar, dentro de esa correcta
relación, la pertinencia y la calidad de la respuesta artística.
Las experiencias recientes. Para comprobar las consideraciones que nos hemos
venido haciendo hasta aquí, resultaría casi imposible remitir a obras
arquitectónicas ubicadas en distintas ciudades. Tales obras, por lo demás, se
prestarían a ser interpretadas a través de las simplificaciones convencionales
de sus plantas, de su secciones, de sus fachadas; ahora bien, sólo un experto o
perito puede apreciar en tales representaciones el valor del espacio
arquitectónico resultante y de su significado; por otra parte, en casi todas
las publicaciones se representa el edificio-iglesia sin contar con el ámbito
edificado circundante ni con las relaciones espaciales y el significado que con
su presencia viene a tener la obra en una concreta instalación humana; si,
finalmente y por otra parte, se llega a dar imágenes del espacio interior, éste
aparece siempre inexplicablemente vacío. Es, pues, más útil consultar
los resultados de los concursos en que los artistas como grupo y con la
colaboración de teólogos y liturgistas han tratado de dar una respuesta
personal, pero sobre todo eclesiológica.
El descubrimiento más importante de las propuestas arquitectónicas
que durante estos últimos años han venido madurando es la enorme diferenciación
espacial y formal de cada realización, con el consiguiente desconcierto de
quien, buscando soluciones unívocas y loables, está llamado a juzgar o,
incluso, a intervenir en la programación y realización de un conjunto
religioso.
Ante el intento de superar al menos en parte las
dificultades, puede resultar útil deducir de todo lo anteriormente expuesto una
serie de indicaciones que puedan servir de orientación, ya en la interpretación
crítica de las recientes realizaciones, ya en la programación de las nuevas domus
ecclesiae. Cada interesado podrá así adquirir y comprobar, en situaciones
concretas, todas aquellas referencias de orden particular y local, necesarias para
comprender el significado de la obra.
De E. Abruzzini
Nuevo Diccionario de Liturgia – Ediciones Paulinas
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