Entre los griegos, para los cuales era de suma importancia todo lo que estaba en relación al mar, el ancla era utilizada como símbolo de la vida marítima. Esta imagen estaba presente en algunas monedas, como símbolo de un puerto (Alejandría, Antioquia); o en algunos epitafios paganos representando la profesión del difunto.
Son los cristianos los que han dado al ancla un significado religioso: se sabe que en el siglo I ellos esperaban un retorno inminente de Cristo y se anclaban a esta esperanza escatológica. Algunos predicadores inspirados en las Carta a los Hebreos (“De esa manera, hay dos realidades irrevocables –la promesa y el juramento– en las que Dios no puede engañarnos. Y gracias a ellas, nosotros, los que acudimos a él, nos sentimos poderosamente estimulados a aferrarnos a la esperanza que se nos ofrece. Esta esperanza que nosotros tenemos, es como un ancla del alma, sólida y firme, que penetra más allá del velo, allí mismo donde Jesús entró por nosotros, como precursor, convertido en Sumo Sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec” 6, 18-20), utilizaron el ancla como símbolo de esta esperanza. El Reino de Dios, realizado en la parusía, era el puerto donde los cristianos esperaban encontrar la paz, esa pax escrita tantas veces sobre los epitafios. El ancla se convierte en la expresión de la certeza que los difuntos ya habían llegado al puerto, al puerto de la paz eterna.
El ancla es representada generalmente acompañada de uno o varios peces que simbolizan a Jesús. En algunos casos se colocan palmas, símbolo de la era mesiánica, o palomas, que representan las almas de los difuntos.
Una representación funeraria de las catacumbas comprende un ancla entre dos peces. Con esta inscripción: “peces de los vivientes”, es evidente para el creyente la alusión a Cristo y a la vida eterna. Todo esto demuestra claramente que la esperanza simbolizada por el ancla no es la virtud abstracta en la cual generalmente pensamos, sino la certeza de la vida eterna con el Salvador.
La forma más antigua de ancla cristiana es similar a la primera ancla marítima, formada simplemente por un asta y dos brazos, en algunos casos con anillos o bucles en los que se amarraban las cuerdas.
Con el tiempo el ancla cambia y se transforma en cruciforme o tridentiforme, porque aún no era posible usar el signo de la cruz, demasiado característico y revelador de una pertenencia al cristianismo, en un tiempo en que la religión era todavía perseguida.
El ancla es el primer símbolo de la fe cristiana y se encuentra en varios epitafios y sobre las piedras incisas de los tres primeros siglos, pero ella desaparece del todo, como símbolo, después de la época de Constantino. La perspectiva escatológica se trasladó, no era ya al centro de la evangelización y de la doctrina cristiana.
Más adelante, por el influjo del humanismo y del renacimiento, se hace del ancla el símbolo de la segunda virtud teologal.
Bibliografía: Edouard Urech, Diccionario de símbolos cristianos, Arkeios.
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
ResponderBorrarEste blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
ResponderBorrarEste blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
ResponderBorrar