El Concilio Vaticano II, en continuidad con lo que siempre ha enseñado
la Iglesia, nos dice que la liturgia es el centro, fuente y culmen de la vida
de la Iglesia, y en modo especialísimo la Eucaristía. La liturgia es la fuente
donde el pueblo cristiano se alimenta para testimoniar el Evangelio y la cumbre
a la cual tiende la actividad de la Iglesia. Es en la liturgia donde los hijos
de Dios, por la fe y el bautismo, ejercitan su sacerdocio, alabando a Dios,
participando del sacrificio y alimentándose de la cena del Señor.
La liturgia es la acción pública de la Iglesia de la cual mana hacia
nosotros la gracia y se obtiene con la máxima eficacia aquella santificación de
los hombres en Cristo y aquella glorificación de Dios, a la cual las demás
obras de la Iglesia tienden como a su fin.
El camino que propongo para realizar la síntesis del tema, es partir de
la definición que Cipriano
Vagaggini nos da de la liturgia, y de este modo tratar de lograr una exposición
lógica, ordenada y completa de las diversas partes que componen la materia del
curso. Partimos de la liturgia como ámbito privilegiado de la celebración
sacramental.
Vagaggini,
invitado como experto al Concilio y uno de los principales redactores de la Sacrosanctum
Concilium, define la liturgia como: «el conjunto de signos sensibles de
cosas sagradas, espirituales, invisibles, instituidos por Cristo o por la
Iglesia, eficaces, cada uno a su modo, de aquello que significan y por los
cuales Dios, por medio de Cristo, cabeza de la Iglesia y sacerdote, en la
presencia del Espíritu Santo, santifica a la Iglesia, y la Iglesia, en
presencia del Espíritu Santo, uniéndose a Cristo, su cabeza y sacerdote, por su
medio rinde como cuerpo culto a Dios».