La Igleisa necesita de santos, lo sabemos, y ella necesita también de artistas hábiles y capaces; los unos y los otros, santos y artistas, son testimonio del espíritu que vive en Cristo (Pablo VI
Carta a los miembros de la Comisión Diocesana de Arte Sacra.
4 de junio de 1967).
Hemos
visto que la participación activa es una exigencia de la misma naturaleza de la
liturgia y esta resulta de la íntima unión entra la participación externa e interna,
y el todo es orientado a la participación perfecta y completa que se actúa con
la comunión sacramental. La constitución conciliar insiste en la participación
activa como medio para la santificación de los hombres y el culto a Dios. Es decir, el objeto de la participación, aquello en lo que se participa es
en la salvación del hombre y en la gloria que supone esto para Dios. Esta es la
meta, el objetivo final.
La formación, la catequesis litúrgica, los cantos, las respuestas, los gestos,
posturas, etc. son los medios para unirse y dar culto a Dios. Las adaptaciones que
se hicieron a la liturgia deben entenderse como un medio para alcanzar la meta
de la participación en la celebración, no debe entenderse como su fin y objeto.