Los fieles, habitualmente,
reciban la Comunión sacramental de la Eucaristía en la misma Misa y en el
momento prescrito por el mismo rito de la celebración, esto es, inmediatamente
después de la Comunión del sacerdote celebrante. Corresponde al sacerdote
celebrante distribuir la Comunión, si es el caso, ayudado por otros sacerdotes
o diáconos; y este no debe proseguir la Misa hasta que haya terminado la
Comunión de los fieles. Sólo donde la necesidad lo requiera, los ministros
extraordinarios pueden ayudar al sacerdote celebrante, según las normas del
derecho.
Para que también «por los
signos, aparezca mejor que la Comunión es participación en el Sacrificio que se
está celebrando», es deseable que los fieles puedan recibirla con hostias
consagradas en la misma Misa.
«Los fieles comulgan de
rodillas o de pie, según lo establezca la Conferencia de Obispos», con la
confirmación de la Sede Apostólica. «Cuando comulgan de pie, se recomienda
hacer, antes de recibir el Sacramento, la debida reverencia, que deben
establecer las mismas normas».