Los fieles, habitualmente,
reciban la Comunión sacramental de la Eucaristía en la misma Misa y en el
momento prescrito por el mismo rito de la celebración, esto es, inmediatamente
después de la Comunión del sacerdote celebrante. Corresponde al sacerdote
celebrante distribuir la Comunión, si es el caso, ayudado por otros sacerdotes
o diáconos; y este no debe proseguir la Misa hasta que haya terminado la
Comunión de los fieles. Sólo donde la necesidad lo requiera, los ministros
extraordinarios pueden ayudar al sacerdote celebrante, según las normas del
derecho.
Para que también «por los
signos, aparezca mejor que la Comunión es participación en el Sacrificio que se
está celebrando», es deseable que los fieles puedan recibirla con hostias
consagradas en la misma Misa.
«Los fieles comulgan de
rodillas o de pie, según lo establezca la Conferencia de Obispos», con la
confirmación de la Sede Apostólica. «Cuando comulgan de pie, se recomienda
hacer, antes de recibir el Sacramento, la debida reverencia, que deben
establecer las mismas normas».
En la distribución de la
sagrada Comunión se debe recordar que «los ministros sagrados no pueden negar
los sacramentos a quienes los pidan de modo oportuno, estén bien dispuestos y
no les sea prohibido por el derecho recibirlos». Por consiguiente, cualquier
bautizado católico, a quien el derecho no se lo prohiba, debe ser admitido a la
sagrada Comunión. Así pues, no es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel,
por ejemplo, sólo por el hecho de querer recibir la Eucaristía arrodillado o de
pie.
Aunque todo fiel tiene siempre
derecho a elegir si desea recibir la sagrada Comunión en la boca, si el que va
a comulgar quiere recibir en la mano el Sacramento, en los lugares donde la
Conferencia de Obispos lo haya permitido, con la confirmación de la Sede
Apostólica, se le debe administrar la sagrada hostia. Sin embargo, póngase
especial cuidado en que el comulgante consuma inmediatamente la hostia, delante
del ministro, y ninguno se aleje teniendo en la mano las especies eucarísticas.
Si existe peligro de profanación, no se distribuya a los fieles la Comunión en
la mano.
La bandeja para la Comunión de
los fieles se debe mantener, para evitar el peligro de que caiga la hostia
sagrada o algún fragmento.
No está permitido que los
fieles tomen la hostia consagrada ni el cáliz sagrado «por sí mismos, ni mucho
menos que se lo pasen entre sí de mano en mano». En esta materia, además, debe
suprimirse el abuso de que los esposos, en la Misa nupcial, se administren de
modo recíproco la sagrada Comunión.
El fiel laico «que ya ha
recibido la santísima Eucaristía, puede recibirla otra vez el mismo día
solamente dentro de la celebración eucarística en la que participe, quedando a
salvo lo que prescribe el c. 921 § 2».
Se reprueba la costumbre, que
es contraria a las prescripciones de los libros litúrgicos, de que sean
distribuidas a manera de Comunión, durante la Misa o antes de ella, ya sean
hostias no consagradas ya sean otros comestibles o no comestibles. Puesto que
estas costumbres de ningún modo concuerdan con la tradición del Rito romano y
llevan consigo el peligro de inducir a confusión a los fieles, respecto a la
doctrina eucarística de la Iglesia. Donde en algunos lugares exista, por
concesión, la costumbre particular de bendecir y distribuir pan, después de la
Misa, téngase gran cuidado de que se dé una adecuada catequesis sobre este
acto. No se introduzcan otras costumbres similares, ni sean utilizadas para
esto, nunca, hostias no consagradas.
REDEMPTIONIS
SACRAMENTUM
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