En estas condiciones de diálogo teológico, la participación común en la
Eucaristía, por muchos deseada como signo de unidad, es posible solamente en
ciertas situaciones que implican a los individuos singulares y no a las
comunidades eclesiales como tales, según las posiciones oficiales de las
diversas Iglesias.
Mientras la participación común en la Eucaristía y la misma
«concelebración» de la Cena son comúnmente admitidas entre las confesiones
protestantes, comprendida la Comunión Anglicana, la Iglesia católica y
especialmente las Iglesias ortodoxas se sitúan en posiciones rígidas, es decir,
de absoluta negación de un determinado modo de celebrar la Eucaristía con
ministros de las otras Iglesias y también entre ortodoxos y
católicos.