Poco a poco se va centrando la importancia casi
exclusivamente sobre el acontecimiento en sí. Las amplias paredes de las
iglesias del s. XIV vienen a ser como grandiosas páginas ilustradas que narran
los hechos más destacados de la historia de la salvación. Se recupera así, por
distinto procedimiento, el uso de las basílicas paleocristianas, en las que el
arte, particularmente el mosaico, había decorado los muros del templo celestial
y evocaba las imágenes de la historia de la salvación que la celebración de los
divinos misterios volvía a hacer presente para que los viviera el pueblo de
Dios.