Se hace necesaria una consiguiente especificación.
Entre las dos posturas extremas: dejar al técnico artista toda decisión o
predeterminar por parte de las comisiones eclesiásticas competentes los modelos
unívocos, se ve la conveniencia de reconsiderar juntos, comunidad local
y artistas —como momento de madurez de la comunidad y de concienciación del
artista—, la doctrina teológica sobre la iglesia; con lo que se consigue la
individuación no de espacios ni de formas, sino de contenidos, de significados de
las presencias y de las específicas exigencias locales que puedan
constituir la base del programa edilicio a cuya realización concurren de
igual manera la intuición, la creatividad, la sensibilidad del artista —correlativas
a los vínculos internos y externos del programa mismo— dentro de un proceso
unitario formativo de la obra. La comunidad local, las comisiones diocesanas y
la central sobre el arte sacro podrán después comprobar, dentro de esa correcta
relación, la pertinencia y la calidad de la respuesta artística.