Es un período complejo, de situaciones ampliamente contradictorias
y, al mismo tiempo, rico en nuevos fermentos: industrialización, desarrollo de
la técnica y de las ciencias naturales, junto al indiferentismo,
anticlericalismo, liberalismo, democracia, socialismo utópico y socialismo marxista,
ateísmo, materialismo.
La participación en la celebración litúrgica, reducida
a una obligatoria presencia pasiva, llega en gran parte a traspasarse al
ejercicio de prácticas lato sensu religiosas, que parcializan el
misterio de la salvación, a pesar del testimonio contrario de grandes santos.
Dentro de tales dificultades va, sin embargo,
madurando un nuevo interés por la liturgia, y a finales del s. XIX asistimos a
un florecimiento de estudios teológicos. Por otro lado, las iniciativas y las
medidas restrictivas de la jerarquía tratan de defender y hasta de reforzar las
murallas del ghetto católico con miras a una reconquista cristiana
de la sociedad moderna; pretenden guiar y limitar la investigación artística,
prefiriendo en el campo arquitectónico, explícita o indirectamente, el período
gótico y el barroco.