El Vat. II había recomendado: "Puesto que el
tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la
palabra de Dios y a la oración, para que celebren el misterio pascual, sobre todo
mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia,
dése particular relieve en la liturgia y en la catequesis litúrgica al doble carácter
de dicho tiempo. Por consiguiente: úsense con mayor abundancia los elementos
bautismales propios de la liturgia cuaresmal y, según las circunstancias,
restaúrense ciertos elementos de la tradición anterior" (SC 109).
Fiel a estas"directrices, la reforma ha vuelto a dar a la cuaresma ante
todo su orientación pascual-bautismal; ha fijado su tiempo desde el miércoles
de ceniza hasta la misa in coena Domini excluida; para conservar su
unidad interna, se ha reducido el tiempo de pasión: sólo el VI domingo, que da
comienzo a la semana santa, es llamado domingo de ramos, de passione Domini.
De este modo, la semana santa cierra la cuaresma y tiene como objeto la
veneración de la pasión de Cristo desde su entrada mesiánica en Jerusalén.