En relación con la composición de los salmos y
de los cánticos bíblicos, también el himno representa una creación lírica
destinada a la alabanza divina y al canto. Sin embargo, a diferencia de los
primeros, expresa con cierta libertad el genio cultural y el gusto, entendido en
sentido justo, de la generación presente y de la asamblea celebrante.
Es, por tanto, uno de los elementos poéticos de la LH
que, lejos de ser intangible e inmutable, puede abrirse a las legítimas
formas expresivas del tiempo que se vive. El himno tiene también la finalidad
de conferir una mayor explicitación y una concreción más fuerte al motivo
dominante de la hora litúrgica, de la fiesta o del tiempo celebrativo anual (OGLH
173). En la edición latina se encuentra un cuerpo de himnos notables por su
arte y contenido, aunque esto no se da en todos los casos. Generalmente, los
antiguos aparecen con el ropaje literario precedente a los retoques o
refundiciones ordenados por Urbano VIII (1623-1644). El despojo excesivo del
ropaje literario humanístico urbaniano lo han considerado muchos como un
empobrecimiento estético, extraño a las verdaderas miras del Vat. II (cf SC 93).