En relación con la composición de los salmos y
de los cánticos bíblicos, también el himno representa una creación lírica
destinada a la alabanza divina y al canto. Sin embargo, a diferencia de los
primeros, expresa con cierta libertad el genio cultural y el gusto, entendido en
sentido justo, de la generación presente y de la asamblea celebrante.
Es, por tanto, uno de los elementos poéticos de la LH
que, lejos de ser intangible e inmutable, puede abrirse a las legítimas
formas expresivas del tiempo que se vive. El himno tiene también la finalidad
de conferir una mayor explicitación y una concreción más fuerte al motivo
dominante de la hora litúrgica, de la fiesta o del tiempo celebrativo anual (OGLH
173). En la edición latina se encuentra un cuerpo de himnos notables por su
arte y contenido, aunque esto no se da en todos los casos. Generalmente, los
antiguos aparecen con el ropaje literario precedente a los retoques o
refundiciones ordenados por Urbano VIII (1623-1644). El despojo excesivo del
ropaje literario humanístico urbaniano lo han considerado muchos como un
empobrecimiento estético, extraño a las verdaderas miras del Vat. II (cf SC 93).
En la edición castellana se han incluido doscientos
cuarenta himnos.
A pesar de este elevado número, el himno se encuentra,
en la actualidad, todavía en las lenguas vernáculas en un estado embrionario.
Es muy difícil, por no decir imposible, improvisar en pocos años una antología himnódica
que sustituya decorosamente la riquísima selección hímnica latina que han
acumulado los siglos. Los himnos en castellano se pueden catalogar en ocho
grupos, que responden a criterios y caminos que se han seguido para la
selección:
1) los traducidos literalmente del latín;
2) los que conservan buena parte del texto original
latino;
3) recreaciones libres de himnos latinos;
4) himnos originales en castellano expresamente compuestos
para la LH;
5) traducciones de himnos modernos escritos en otras
lenguas;
6) tomados de la antología castellana de todos los
tiempos;
7) textos de cantos muy queridos del pueblo;
8) poemas
introductorios a la oración. El himno responde perfectamente a su función, que
es la de crear un intenso clima de oración comunitaria e introducir desde el
principio a la asamblea en la onda sugestiva y festiva de la alabanza divina (OGLH
42). También el que ora en privado recibirá un impulso fuerte y benéfico.
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