De forma muy especial, todos
procuren, según sus medios, que el santísimo sacramento de la Eucaristía sea
defendido de toda irreverencia y deformación, y todos los abusos sean
completamente corregidos. Esto, por lo tanto, es una tarea gravísima para todos
y cada uno, y, excluida toda acepción de personas, todos están obligados a
cumplir esta labor.
Cualquier católico, sea
sacerdote, sea diácono, sea fiel laico, tiene derecho a exponer una queja por
un abuso litúrgico, ante el Obispo diocesano o el Ordinario competente que se
le equipara en derecho, o ante la Sede Apostólica, en virtud del primado del
Romano Pontífice. Conviene, sin embargo, que, en cuanto sea posible, la
reclamación o queja sea expuesta primero al Obispo diocesano. Pero esto se haga
siempre con veracidad y caridad.
REDEMPTIONIS
SACRAMENTUM
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