Tomás H. Jerez

miércoles, 9 de mayo de 2012

LOS DIÁCONOS Y LA LITURGIA

Los diáconos, «que reciben la imposición de manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio», hombres de buena fama, deben actuar de tal manera, con la ayuda de Dios, que sean conocidos como verdaderos discípulos de aquel «que no ha venido a ser servido sino a servir» y estuvo en medio de sus discípulos «como el que sirve». Y fortalecidos con el don del mismo Espíritu Santo, por la imposición de las manos, sirven al pueblo de Dios en comunión con el Obispo y su presbiterio. Por tanto, tengan al Obispo como padre, y a él y a los presbíteros, préstenles ayuda «en el ministerio de la palabra, del altar y de la caridad».

No dejen nunca de «vivir el misterio de la fe con alma limpia, como dice el Apóstol, y proclamar esta fe, de palabra y de obra, según el Evangelio y la tradición de la Iglesia», sirviendo fielmente y con humildad, con todo el corazón, en la sagrada Liturgia que es fuente y cumbre de toda la vida eclesial, «para que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el Bautismo, todos se reúnan para alabar a Dios en medio de la Iglesia, participen en el Sacrificio y coman la cena del Señor». Por tanto, todos los diáconos, por su parte, empléense en esto, para que la sagrada Liturgia sea celebrada conforme a las normas de los libros litúrgicos debidamente aprobados.

REDEMPTIONIS SACRAMENTUM

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