«La diversidad de los colores
en las vestiduras sagradas tiene como fin expresar con más eficacia, aun
exteriormente, tanto las características de los misterios de la fe que se
celebran como el sentido progresivo de la vida cristiana a lo largo del año
litúrgico». También la diversidad «de ministerios se manifiesta exteriormente,
al celebrar la Eucaristía, en la diversidad de las vestiduras sagradas». Pero
estas «vestiduras deben contribuir al decoro de la misma acción sagrada».
«El alba», está «ceñida a la
cintura con el cíngulo, a no ser que esté confeccionada de tal modo que se
adhiera al cuerpo sin cíngulo. Antes de ponerse el alba, si no cubre totalmente
el vestido común alrededor del cuello, empléese el amito».
«La vestidura propia del
sacerdote celebrante, en la Misa y en otras acciones sagradas que directamente
se relacionan con ella, es la casulla o planeta, si no se indica otra cosa,
revestida sobre el alba y la estola». Igualmente, el sacerdote que se reviste
con la casulla, conforme a las rúbricas, no deje de ponerse la estola. Todos
los Ordinarios vigilen para que sea extirpada cualquier costumbre contraria.
En el Misal Romano se da la
facultad de que los sacerdotes que concelebran en la Misa, excepto el
celebrante principal, que siempre debe llevar la casulla del color prescrito,
puedan omitir «la casulla o planeta y usar la estola sobre el alba», cuando
haya una justa causa, por ejemplo el gran número de concelebrantes y la falta
de ornamentos. Sin embargo, en el caso de que esta necesidad se pueda prever,
en cuanto sea posible, provéase. Los concelebrantes, a excepción del celebrante
principal, pueden también llevar la casulla de color blanco, en caso de
necesidad. Obsérvense, en lo demás, las normas de los libros litúrgicos.
La vestidura propia del
diácono es la dalmática, puesta sobre el alba y la estola. Para conservar la
insigne tradición de la Iglesia, es recomendable no usar la facultad de omitir
la dalmática.
Sea reprobado el abuso de que
los sagrados ministros realicen la santa Misa, incluso con la participación de
sólo un asistente, sin llevar las vestiduras sagradas, o con sólo la estola
sobre la cogulla monástica, o el hábito común de los religiosos, o la vestidura
ordinaria, contra lo prescrito en los libros litúrgicos. Los Ordinarios cuiden
de que este tipo de abusos sean corregidos rápidamente y haya, en todas las iglesias
y oratorios de su jurisdicción, un número adecuado de ornamentos litúrgicos,
confeccionados según las normas.
En los libros litúrgicos se
concede la facultad especial, para los días más solemnes, de usar vestiduras
sagradas festivas o de mayor dignidad, aunque no sean del color del día. Esta
facultad, que también se aplica adecuadamente a los ornamentos fabricados hace
muchos años, a fin de conservar el patrimonio de la Iglesia, es impropio
extenderla a las innovaciones, para que así no se pierdan las costumbres
transmitidas y el sentido de estas normas de la tradición no sufra menoscabo, por
el uso de formas y colores según la inclinación de cada uno. Cuando sea un día
festivo, los ornamentos sagrados de color dorado o plateado pueden sustituir a
los de otros colores, pero no a los de color morado o negro.
La santa Misa y las otras celebraciones
litúrgicas, que son acción de Cristo y del pueblo de Dios jerárquicamente
constituido, sean organizadas de tal manera que los sagrados ministros y los
fieles laicos, cada uno según su condición, participen claramente. Por eso es
preferible que «los presbíteros presentes en la celebración eucarística, si no
están excusados por una justa causa, ejerzan la función propia de su Orden,
como habitualmente, y participen por lo tanto como concelebrantes, revestidos
con las vestiduras sagradas. De otro modo, lleven el hábito coral propio o la
sobrepelliz sobre la vestidura talar». No es apropiado, salvo los casos en que
exista una causa razonable, que participen en la Misa, en cuanto al aspecto
externo, como si fueran fieles laicos.
REDEMPTIONIS
SACRAMENTUM
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