«Corresponde al Obispo
diocesano dar normas sobre las procesiones, mediante las cuales se provea a la
participación en ellas y a su decoro» y promover la adoración de los fieles.
«Como testimonio público de
veneración a la santísima Eucaristía, donde pueda hacerse a juicio del Obispo
diocesano, téngase una procesión por las calles, sobre todo en la solemnidad del
Cuerpo y Sangre de Cristo», ya que la devota «participación de los fieles en la
procesión eucarística de la solemnidad del Cuerpo y Sangre de Cristo es una
gracia de Dios que cada año llena de gozo a quienes toman parte en ella».
Aunque en algunos lugares esto
no se pueda hacer, sin embargo, conviene no perder la tradición de realizar
procesiones eucarísticas. Sobre todo, búsquense nuevas maneras de realizarlas,
acomodándolas a los tiempos actuales, por ejemplo, en torno al santuario, en
lugares de la Iglesia o, con permiso de la autoridad civil, en parques
públicos.
Sea considerada de gran valor
la utilidad pastoral de los Congresos Eucarísticos, que «son un signo
importante de verdadera fe y caridad». Prepárense con diligencia y realícense
conforme a lo establecido, para que los fieles veneren de tal modo los sagrados
misterios del Cuerpo y la Sangre del Hijo de Dios, que experimenten los frutos
de la redención.
REDEMPTIONIS
SACRAMENTUM
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