
Las primeras alusiones directas a un período
prepascual las encontramos en Oriente a principios del s. IV, y en Occidente a
fines del mismo. Sin embargo, una praxis penitencial preparatoria de la pascua
con ayuno se había comenzado a consolidar desde la mitad Del s. II. Desde el
final del s. IV, la estructura de la cuaresma es la de los cuarenta días, considerados
a la luz del simbolismo bíblico, que da a este tiempo un valor salvífico redentor,
del que es signo su denominación como sacramentum. Al desarrollo de la cuaresma
contribuyó la disciplina penitencial para la reconciliación de los pecadores,
que tenía lugar la mañana del jueves santo, y las crecientes exigencias del catecumenado,
con la preparación inmediata al bautismo, celebrado en la noche de pascua.
De A. Bergamini
Nuevo Diccionario de Liturgia – Ediciones Paulinas
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