Como Leyenda dorada o, en latín, Legenda
aurea se conoce a una compilación de relatos hagiográficos reunida por
el dominico Santiago (o Jacobo) de la Vorágine, arzobispo de Génova, a mediados
del siglo XIII. Titulada inicialmente Legenda Sanctorum ("Lecturas
sobre los Santos"), fue uno de los libros más copiados durante la Baja
Edad Media y aún hoy existen más de un millar de ejemplares incunables. Con la
invención de la imprenta, dos siglos más tarde, su reputación se había
consolidado y antes del fin del siglo XV aparecieron numerosas ediciones
impresas.
El texto original, redactado en latín, recoge leyendas
sobre la vida de unos 180 santos y mártires cristianos a partir de obras
antiguas y de gran prestigio: los propios evangelios, los apócrifos y escritos
de Jerónimo de Estridón, de Casiano, de Agustín de Hipona, de Gregorio de Tours
y de Vicente de Beauvais. Junto con ellas, presenta una explicación basada en
los evangelios de las fiestas del calendario litúrgico, así como una breve historia
de la cristiandad en Lombardía, que le valió el nombre de Lombardica
Historia.
La intensidad de los relatos, preocupados menos por la
fidelidad histórica y filológica —ofreciendo, por ejemplo, etimologías
fantásticas similares a las de Isidoro de Sevilla— que por la intención
doctrinaria y ejemplificadora, fue sin duda una de las principales razones del
éxito de la Legenda. Buena parte de las escenas de martirio que
llegarían a poblar el repertorio iconográfico de Occidente alcanzaron difusión
de este modo, como las conocidas escenas del martirio del apóstol Bartolomé y
de Sebastián Mártir o el combate de Jorge de Capadocia y el dragón. Del mismo
modo que la progresiva elaboración de las biblias pictóricas en las
catedrales, la Legenda fue elaborada como una herramienta para la
difusión de la fe a través de imágenes vívidas, más cercanas a la experiencia
del vulgo que las dificultosas parábolas bíblicas.
El éxito de la Legenda condujo también a
numerosas ediciones en las copias manuscritas. Así, se han conservado
ejemplares del siglo XV en que las 180 historias que constan en el manuscrito
más antiguo conservado —un ejemplar de 1282, parte del fondo de la biblioteca
Estatal de Munich— se habían duplicado. Otras leyendas, consideradas
inverosímiles por el copista, se fueron suprimiendo progresivamente.
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