El conjunto de estas fórmulas de laudes y vísperas se ha
juzgado justamente como la parte verdadera y totalmente nueva de la LH. Se
trata de unos docientos formularios distribuidos en los diferentes tiempos
litúrgicos, en las fiestas y en el ciclo del salterio. Estos textos se han
programado para ofrecer un momento rico y muy variado a la oración petitoria.
Sin embargo, para que no constituya un duplicado del género del que se usa en
la misa, se ha escogido una forma literaria y un estilo diverso en cuanto que,
salvo en la introducción, son enteramente palabras dirigidas a Dios, admiten una
respuesta variable y se pueden ejecutar con modalidades diferentes. Además, no
tienen la conclusión sacerdotal, porque se cierran con el padrenuestro y
la oración.
La serie de las oraciones para el oficio de la lectura
(siempre), de laudes, de vísperas (en los tiempos fuertes, en las solemnidades,
fiestas y memorias) y de las horas menores diurnas (sólo en las solemnidades y fiestas,
así como en los tiempos fuertes) están constituidas por las colectas del Misal.
Hay, sin embargo, otras setenta oraciones aproximadamente, por lo general de
nueva composición, que se encuentran sólo en laudes, en vísperas (en las ferias
ordinarias), en tercia, sexta, nona (en las ferias ordinarias y en las
memorias) y en completas.
Este grupo de oraciones, características del oficio
divino, tiene la función de destacar la idea específica de la hora litúrgica.
Hay que dar también mucho peso al padrenuestro, la
oración dictada por Jesús. Representa la culminación de toda la estructura de
laudes y vísperas y, con el rezo que se tiene en la misa, cumple la triple
repetición diaria solemne (OGLH 195) de que hablaba la Didajé (c.
8).
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