Después de
la introducción, constituida por el invitatorio, o después del versículo inicial
("Dios mío, ven en mi auxilio..., Gloria"), sigue el himno y la salmodia.
Está compuesta casi siempre de tres fragmentos de salmos, escogidos según el
sistema del psalíerium currens, es decir, en orden numérico. Sin
embargo, se omiten algunos salmos usados en otras horas; otros se colocan en el
lugar requerido por motivaciones diversas; por ejemplo, en atención al domingo,
al viernes, al sábado, o también para evitar que confluyan en el mismo oficio
salmos demasiado largos.
Después del versículo, que constituye el paso entre la
salmodia y la lectura, se leen dos fragmentos: uno, bíblico; el otro, de un
padre de la iglesia o escritor eclesiástico o de carácter hagiográfico. Los dos
responsorios repiten el contenido de las dos páginas, con el que están
enlazados.
Se concluye con la oración del día y, al menos en el
rezo en común con la aclamación: "Bendigamos al Señor / Demos gracias a
Dios" (OGLH 69).
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