En la sacristía:
1 - Tradicionalmente el servicio del altar forma
parte de las atribuciones proprias del clero, es decir de aquellos de entre los
fieles que se han consagrado de manera pública al servicio del culto divino.
Sin embargo desde hace siglos existe la praxis de confiar también a laicos el ejercicio de ciertas funciones ligadas al servicio del
altar, entre ellas el servicio de la
Misa rezada.
Así pues pueden servir
Además
debe ser varón, pues sirviendo al altar realiza una función que es
clerical por su misma naturaleza. Por lo demás, el estado de gracia no es de por
sí necesario para ejercer el servicio de misa, a menos evidentemente, que se
desee comulgar.
La
persona que sirve (ayuda) la misa es designada con diferentes términos
sinónimos como “acólito”, “ministro”, “monaguillo” u otros.
Normalmente
la misa rezada debe ser servida por un sólo ministro. No obstante se tolera el
uso de dos cuando por cualquier motivo la misa reviste una cierta solemnidad,
p. ej. por tratarse de una primera comunión, o una misa de comunidad en un
seminario, etc.
2 – Quien haya de servir una misa,
ante todo procure llegar con tiempo suficiente a la sacristía. Si resulta
posible es muy conveniente que se revista de una sotana y de un sobrepelliz. La
sotana ha de ser negra, pero también puede ser roja, sobre todo si el ministro
es de poca edad. No le está permitido cubrirse con el bonete u aún menos con el
solideo. El uso de una esclavina sobre el sobrepelliz puede tolerarse allí
donde sea costumbre.
Como
los detalles tienen su importancia, si se reviste de sotana cuide que el calzado
vaya en consonancia, evitando en lo posible los zapatos de deporte, los
chanclos y en general todo calzado poco en consonancia con el hábito talar.
En
la sacristía compórtese con el respeto debido, no hable a gritos y evite las
charlas inútiles.
Cuide
que todo lo necesario esté dispuesto sobre la credencia y, si puede, eche una
mano al sacristán en la preparación del altar.
3 – Al comenzar el sacerdote a revestirse
póngase a su lado izquierdo, y ayúdele a revestirse, presentándole los ornamentos
y ajustándoselos cuando sea necesario:
El cíngulo se lo entregará por
detrás, con ambas manos, cuidando que caigan las borlas a la derecha. Después
ayude al sacerdote a ajustar bien el alba, de modo que caiga en redondo a la misma
altura por todas partes.
Ajústele con el fiador el
manípulo sobre el brazo izquierdo. Cuide que la cruz de la estola quede en el
centro del cuello del sacerdote. Una vez que el sacerdote ha revestido la casulla
dará una última ojeada para ver si hay algún defecto a corregir, si la casulla
está doblada, etc.
Acto seguido, pasando al lado
derecho, entrega el bonete al sacerdote, besando primero el bonete y después la
mano del celebrante.
Una vez revestido el sacerdote
vuelve a ponerse a su izquierda (un poco atrás). El celebrante tomará el cáliz
en sus manos y hará la reverencia a la imagen que preside la sacristía. El
acólito hará la misma reverencia juntamente con él y, acto seguido, saldrá de
la sacristía yendo delante del sacerdote con paso grave, el cuerpo derecho, los
ojos bajos y las manos juntas delante del pecho.
Algunas reglas generales
4 – Al llegar o al partir del altar
así como todas las veces que tenga que pasar por el centro del mismo, el
acólito hace siempre genuflexión tanto si el Stmo está sobre el altar como si no.
Recuerde que, en cambio, el
sacerdote celebrante sólo hará genuflexión cuando el Stmo. esté en el altar. Si
el Stmo. no está presente, el sacerdote hace inclinación pero el acólito
siempre genuflexión.
5 –- Salvo
en el momento de llegar ante el altar y en el de dejarlo por última vez, todo
el resto del tiempo el monaguillo se situará, de cara al altar, en la parte
contraria a la que ocupe el Misal. Es decir: cuando el Misal está en el lado de
la Epístola ,
el monaguillo se pondrá en el lado del Evangelio y viceversa.
6 – Al
entregar el bonete al sacerdote lo hará besando primero el bonete y luego la
mano del celebrante. En cambio, cuando recibe el bonete de manos del
celebrante, ha de besar primero la mano de Este y después el bonete.
7 – Cuando
esté de rodillas mantendrá el cuerpo recto (nunca se sentará sobre los
talones), las manos juntas ante el pecho, formando una cruz con los dedos
pulgares de manera que el derecho caiga sobre el izquierdo.
Cómo servir (AYUDAR) la Misa
8 – Llegado ante el altar se pasa un poco hacia
la derecha, para que el sacerdote pueda ponerse en el centro. Recibe el bonete
que le pasa el celebrante (besando la mano primero y después el bonete) y hecha
genuflexión en el plano (no sobre la ínfima grada) al mismo tiempo que el celebrante
hace la reverencia conveniente, ayuda a este a subir las gradas del altar levantándole
un poco el alba por delante. Acto seguido va a dejar el bonete sobre la
redencia, o sobre algún otro lugar conveniente (pero no sobre la mesa del
altar), tras lo cual viene a colocarse ante la ínfima grada, del lado del
Evangelio51 (es decir: en el lado opuesto al Misal lo cual deberá observar todo
el resto de la Misa ),
pero no en el extremo de este, sino más bien cerca del centro aunque dejando este
libre para que lo ocupe el sacerdote. El cual, una vez dispuesto el cáliz y
abierto el Misal, desciende las gradas y se coloca en el centro, ante la ínfima
grada, vuelto hacia el altar, para comenzar la Misa.
·
9– El
acólito se pone entonces de rodilla sobre el suelo (in plano) y no sobre la ínfima grada, un
poquito detrás del celebrante, se santiguará al mismo tiempo que este y le responde
alternativamente las oraciones al pie del altar. Cuide de no responder hasta
que el celebrante haya terminado de decir su parte, haciéndolo siempre con
pronunciación clara y con el mismo tono de voz que él. una vez que el sacerdote
ha terminado de recitar el Confíteor el
monaguillo (siempre de rodillas) inclina un poco el cuerpo y se vuelve un poco
hacia el celebrante, diciendo Misereatur tui etc.
A continuación (siempre de rodillas y sin
moverse de su sitio) vuelve el cuerpo de nuevo hacia el altar e inclinándolo
profundamente hacia él recita a su vez el Confíteor. A las palabras tibi Pater y Te Pater se vuelve un poco hacia el celebrante y se da
tres golpes de pecho al mea culpa. Permanecerá así inclinado
hasta que el sacerdote diga Indulgentiam, absolutionem etc. a cuyas palabras se endereza (permaneciendo
siempre de rodillas) y se santigua (al mismo tiempo que el sacerdote), volviéndo
a inclinarse un poco desde el Deus tu conversus etc. hasta el Oremus[1].
10 – Si hubiese muchas gradas para subir al altar, levantándose, las
subirá con el sacerdote,
alzándole un poco el alba por delante para
que no tropiece con ella; hecho lo cual bajará de nuevo y se arrodillará sobre
la ínfima grada, en el lado del Evangelio.
Si el altar no tiene tantos escalones, el
acólito se limita a levantar un poco la parte delantera del alba del celebrante
para ayudarlo a subir y después se levanta y va a arrodillarse sobre la ínfima grada
en el lado del Evangelio.
Pero si el altar sólo tiene ante él una
tarima (un sólo escalón), tras levantar el alba el celebrante, el acólito irá a
arrodillarse sobre el suelo (in plano)
del lado del Evangelio.
En cualquiera de las tres hipótesis el
acólito se pondrá ahora al extremo del lado del Evangelio, es decir,
aproximadamente delante de la sacra que se pone en ése lado y, por supuesto de
cara al altar y, como ya ha sido dicho, de rodillas.
Se santiguará (al mismo tiempo
que el celebrante) al empezar el Introito. Dirá los Kyries alternativamente con el
sacerdote. Puede también decir el Gloria junto con el celebrante.
Responde Amén a la oración “colecta”.
11 – Al final de la Epístola responde Deo gratias. Cuando el sacerdote comienza a
leer el Alleluya (o l Tracto en cuaresma) el acólito se
levanta y, con las manos juntas ante el pecho, se desplaza hasta el lado de la Epístola haciendo
genuflexión a la cruz al pasar por el medio del altar. Llegado al lado de la Epístola espera a que el
celebrante haya terminado el Alleluya (o
lo que tenga que recitar en su lugar) y cuando el sacerdote pase al medio del
altar para recitar el Munda cor meum,
etc. entonces
sube el acólito al altar (no por los escalones de el frente, sino por los de el
lado), toma con ambas manos el atril juntamente con el Misal, baja los
escalones (esta vez por los del frente, para no dar la espalda a la cruz), hace
genuflexión sobre la ínfima grada y vuelve a subir (por el frente) hasta el
extremo del lado del Evangelio, donde deposita el atril poniéndolo un poquito
de lado. Acto seguido, (descendiendo al primer escalón si, por ser la tarima
muy corta no tiene sitio) permanece allí, al lado izquierdo del Misal, hasta
que el celebrante comience a leer el Evangelio.
Se persigna entonces, al mismo tiempo que
el sacerdote y, una vez que haya respondido Gloria tibi, Domine, baja (por el lado) los escalones del altar
y, con las manos juntas ante el pecho, se desplaza al lado de la Epístola (con genuflexión
al pasar por el medio), donde estando de pie y vuelto hacia el misal, escucha
la lectura del santo Evangelio. Terminada esta responde Laus tibi, Christe y vuelve a arrodillarse de cara
al altar.
Si hubiese Credo, puede recitarlo junto con el celebrante.
12 – Para el Ofertorio, una vez que el celebrante
ha dicho Oremus, se levanta, sube al altar y se
pone junto al sacerdote, a su derecha y de cara al retablo. Recibe el velo del
cáliz que el celebrante le entrega, lo pliega y lo pone sobre el altar, del
lado de la Epístola.
Acto seguido baja del altar y va a la credencia, donde toma
las vinajeras, una en cada mano (sin el platillo). Sube de nuevo hasta el lado
de la Epístola
colocándose no de cara al retablo, sino en el lateral de la mesa de altar (mirando
hacia el muro del lado del Evangelio). Allí sirve las vinajeras al sacerdote, comenzando
por la del vino (besándola antes de entregarla y después de recibirla). A
continuación hará lo mismo con la vinajera del agua, a no ser que se use la
cucharilla, en cuyo caso acercará la vinajera al cáliz para que el sacerdote
pueda fácilmente tomar el agua con ella.
Cuide de presentar las vinajeras
destapadas y de tal modo que pueda el celebrante cogerlas cómodamente. Una vez
servidas las vinajeras vuelve a llevarlas a la credencia, vol-
viéndolo acto seguido al altar para el lavabo.
Puesto el manutergio sobre el brazo
izquierdo aguarde junto al altar, de pie (en el mismo sitio donde sirvió las
vinajeras), con la vinajera del agua en la mano derecha y el platillo en la izquierda.
En llegando el sacerdote le hará
inclinación mediana y le verterá el agua sobre los dedos poniendo el platillo
bajo éstos. Recogido el manutergio (que le devuelve el celebrante tras haberse enjugado
los dedos) va a la credencia donde deja la vinajera, el platillo y el
manutergio. Toma la campanilla e irá a arrodillarse, de cara al retablo) en el
lado opuesto del Misal, que será ahora el lado de la Epístola (en su extremo,
frente a la sacra).
13 - Al Orate fratres contestará Suscipiat
Dominus sacrificium etc. Al Sanctus toca tres veces la campanilla.
Al extender el sacerdote las manos sobre
el cáliz antes de la consagración da un toque de campanilla y (si se sigue el
uso hispánico) va a la credencia, enciende otra vela y la coloca con su palmatoria o candelabro sobre el altar al
lado de la Epístola ,
algo distante del corporal y no la apagará y la llevar’a de nuevo a la
credencia que cuando el sacerdote haya dado la comunión a los fieles (o sumido
el cáliz si no hubiese de distribuir la comunión).
En seguida, llevando la campanilla, sube
hasta el último grado del altar y se arrodilla al borde de la tarima, a la
derecha del celebrante y al alzar el sacerdote la Hostia y el cáliz (pero no
mientras dice las palabras de la consagración) levantará un poco la extremidad
inferior de la casulla con la mano izquierda mientras con la derecha tocará la
campanilla de la manera que se acostumbre en el lugar[2]52. Terminada la elevación del
cáliz vuelve (llevando la campanilla que conservará con él) a arrodillarse
donde antes estaba (es decir: al extremo del lado de la Epístola ).
Al final del Canon, cuando el celebrante
hace la pequeña elevación de la
Hostia y el cáliz, suena la campanilla, y volverá a sonarla
(si es costumbre) tres veces, una cada vez que el sacerdote dice Domine, non sum dignus antes de comulgar.
14 – Si se ha de distribuir la comunión a los
fieles, una vez que el sacerdote ha sumido el cáliz, se levanta y va a la
credencia donde toma el platillo (y si se ha alumbrado el candelabro o palmatoria
de la consagración, sube al altar y lo coge). Vuelve a continuación a
arrodillarse donde estaba, poniendo la palmatoria sobre los escalones y
sosteniendo el platillo con ambas manos ante el pecho, con la superficie del
mismo vuelta hacia él. Allí responde al Ecce agnus Dei, diciendo tres veces el Domine, non sum dignus etc. (con un golpe de pecho cada
vez).
Si
él mismo desea comulgar, sube entonces ante el borde de la tarima donde se
arrodilla, sostiene el platillo debajo de su mentón con ambas manos y recibe,
en la lengua, la sagrada comunión.
Acto
seguido se levanta y, llevando el platillo horizontalmente con la derecha
(tomando al pasar la palmatoria con la izquierda), acompaña al sacerdote hasta
el comulgatorio.
Mientras
el sacerdote distribuye la comunión, el acólito estará a su derecha, sosteniendo
el platillo debajo del mentón de los comulgantes y desplazándose al mismo
tiempo que el celebrante.
15 – Terminada la distribución de la comunión (o
si esta no tiene lugar, después que el sacerdote haya sumido el cáliz) va a la credencia
y allí toma las vinajeras (sin el platillo) y, cuando el celebrante le presente
el cáliz, irá hasta el lateral derecho del altar y verterá vino en él, hasta
que el sacerdote le indique levantando un poco el cáliz. En seguida vuelve al lado de la Epístola y allí verterá
dentro del cáliz primero vino y después agua haciendo que éstos
resbalen sobre los dedos pulgar
e índice del sacerdote, para lo cual los echará pausadamente y sin hacer
círculos con la vinajera.
Hecho esto dejará las vinajeras sobre la
credencia y luego trasladará el atril con el Misal del lado del Evangelio hasta
el de la Epístola
(con genuflexión al pasar por el medio), poniéndolo de forma que las páginas
abiertas miren hacia la nave del templo. A continuación lleva el velo del cáliz
del lado de la Epístola
al del Evangelio (con Genuflexión al pasar por el medio) dejándolo sobre el
altar. Luego espera a que el sacerdote haya terminado de componer el cáliz, en
cuyo momento le presenta la bolsa de los corporales para que el celebrante
ponga los corporales dentro de ellas y, después se la entrega. Acto seguido le
pasa también el velo del cáliz, después de lo cual irá a arrodillarse al
extremo del lado del Evangelio (es decir: el lado opuesto a aquel donde ahora
se halla el Misal).
16 - Después del Ite Missa est responde Deo gratias e inclinando la cabeza (siempre de rodillas)
recibe la bendición. Tras lo cual se levanta, se persigna al mismo tiempo que
el celebrante y después de responder Gloria tibi, Domine pasa al lado de la Epístola (con genuflexión
al pasar por el medio).
Allí permanece de pie vuelto hacia el
sacerdote. Al versículo et Verbum caro
factum est hace
genuflexión (siempre vuelto hacia el sacerdote). Al final del último evangelio
responde Deo gratias.
Si se dicen las oraciones de León XIII
durante ellas estará arrodillado sobre el suelo (in plano) a la derecha del sacerdote.
Terminada la Misa , puesto a la derecha del
celebrante, hará junto con él genuflexion a la cruz del altar, le pasará el
bonete (besando primero el bonete y después la mano del sacerdote) y se volverá
a la sacristía del mismo modo en que vino de ella.
17 – En la sacristía, tras saludar junto con el
sacerdote, la cruz o imagen que la preside, poniéndose a la izquierda del mismo
lo ayuda a desvestirse, tomando los ornamentos sagrados y colocándolos
ordenadamente sobre la mesa o cómoda.
Tras lo cual, tras quitarse las
vestiduras litúrgicas y ayudado a recoger las cosas del altar y la credencia,
no deje de pasar un momento en la iglesia para dar gracias al Señor por todos
sus beneficios. ¡DEO GRATIAS! ¡TE DEUM LAUDAMUS!
[1] 51 Sin olvidar de hacer genuflexión al pasar por el
medio del altar. Cuide de no hacer las genuflexiones de lado, sino enteramente
vuelto hacia el medio del altar o, más concretamente, hacia la cruz que lo
preside.
[2] 52 En
algunos sitios se toca un golpe a la primera genuflexión del sacerdote, un
repique durante la elevación y otro golpe a la segunda genuflexión. En otros
lugares se dan sólo tres toques acompasados durante la elevación. También
suelen, an algunas partes, repicar la campanilla durante toda la elevación. De
hecho, las rúbricas dicen que se ha de sonar la campanilla pero sin precisar de qué manera, por lo
que la costumbre local será la regla a seguir.
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