B) PREPARACION
Y VESTICIÓN DE LOS ORNAMENTOS
Ante todo no olvide el sacerdote que el Ritus servandus del Missale Romanum en su forma extraordinaria
comienza exhortando al celebrante a prepararse espiritualmente antes de acceder
al altar tanto con la oración personal como con la recitación del oficio
divino, así como con la recepción del sacramento de penitencia si ello fuere
necesario.
12 - Llegando
a la sacristía para celebrar, lo primero que debe hacer el sacerdote es asegurarse
que las páginas del Misal ha sido bien señaladas para la Misa que vaya a celebrar.
Hecho lo cual puede llevarlo él mismo o dejar que un sacristán lo lleve al
altar.
Después se lavará las manos,
recitando la oración prescrita para ello.
El ritus servandus prevé que a continuación el sacerdote mismo
prepare el cáliz, lo cual es de alabar.
Sin embargo es costumbre
admitida universalmente que el cáliz ya haya sido preparado por el sacristán.
13 - Así
pues, si el cáliz ya estuviese preparado, tras lavarse las manos, el sacerdote
irá directamente a revestirse ante la mesa donde los ornamentos han sido
dispuestos.
Si por faltar una sacristía o
ser esta muy pequeña, no se pudiesen disponer en ella los ornamentos, se
pondrán sobre una mesa situada en un lugar conveniente, fuera o dentro de la
iglesia, pero en principio, nunca sobre el altar, ya que tomar los ornamentos
del altar (ya sea en la sacristía o en la iglesia) es un privilegio del obispo.
Sin embargo, como puede suceder
que el lugar sea tan exiguo que incluso la colocación de una mesa resulte
imposible, pueden en dicho caso disponerse los ornamentos del sacerdote sobre
el altar, pero no sobre el centro del mismo (como se hace para el obispo) sino
en el lado del Evangelio, es decir al extremo izquierdo del altar según se lo
mira de frente.
Notemos también que para
revestirse de los ornamentos sagrados el sacerdote debe hallarse previamente
vestido con el hábito talar (sotana).
14 - Llegado
ante la mesa o ante el lugar donde están los ornamentos, lo primero que ha de
hacer el celebrante es apartar el bonete y ponerlo a un lado de la mesa (y no
sobre el cáliz).
Si lo desea puede luego
santiguarse (no está prescrito). Seguidamente toma el amito por sus extremos superiores
(de los que parten las cintas) con ambas manos, lo besa en el centro (donde debe
haber una cruz) y se lo lleva sobre la cabeza girando la mano derecha sobre la
izquierda. Lo hace reposar un instante sobre la cabeza comenzando a decir la
oración Impone, Domine
etc. Y prosigue
la oración mientras hace descender el amito sobre los hombros, lo ajusta con
ambas manos en torno al cuello de modo que quede bien oculto el cuello romano
de la sotana, y tomando las cintas, se las cruza por delante del pecho haciendo
pasar la derecha sobre la izquierda. Seguidamente se pasa las cintas hacia
atrás, por debajo de los brazos, las vuelve a traer hacia adelante de manera
que le ciñan la cintura y finalmente se las anuda por delante.
15 - Después
se reviste del alba mientras recita la oración conveniente. Sin besarla, la
tomará con las dos manos y recogiéndola por la parte de atrás sobre los brazos,
pasará primero la cabeza dej4andola caer hasta los pies, metiendo después los
brazos en las mangas, comenzando por la derecha. Tras lo cual se la ajusta
convenientemente al cuello con el fiador[1].
Seguidamente tomará el cíngulo,
plegado en dos, con la punta donde están las borlas en la mano derecha.
Diciendo la oración correspondiente se lo cine a la cintura con la argollita de
pasamanería, o si esta falta, se lo anuda por delante de manera que las borlas
cuelguen ante él casi hasta el suelo. Acto seguido se acomoda el alba cuidando
de que le cuelgue por todos lados a la misma altura, levantada uno o dos dedos
del suelo.
16 - Toma
luego en manípulo, besándolo en la cruz que tiene en medio y, mientras recita
la oración adecuada, se lo pone en el brazo izquierdo entre el codo y la
muñeca. Luego se lo ajusta, pero si para ajustarlo trae un fiador o unas
cintas, lo mejor será que el acólito le ayude a hacerlo.
A continuación, diciendo la
oración prevista, toma la estola con las dos manos, besa la cruz que tiene en
medio y se la pone sobre el cuello dejándola caer por delante desde los
hombros. Luego se la cruza sobre el pecho haciendo pasar la parte derecha sobre
la izquierda y la fija de cada lado con los extremos del cíngulo, de modo que este
ya no cuelgue por delante sino que las borlas caigan una a cada lado hasta
aproximadamente la altura de las rodillas.
Acto seguido se reviste de la
casulla, sin besarla, mientras recita la oración oportuna.
[1] El fiador es una especie de cordoncillo en forma de collar del cual
suspende una borla, que cuelga en su centro. Sus dos extremos se terminan en
una especie de perno, hecho de pasamanería, que se introducen por los ojales de
la prenda sobre la que se ha de usar, de modo que quede colgando de ella. A
continuación, subiendo hasta el tope superior una especie de argollita (también
de pasamanería) que une los dos lados del cordoncillo, se consigue ajustar la
prenda.
El fiador se una para
ajustar las albas, los sobrepellices y los roquetes al cuello. También sirve
para sujetar el manípulo al brazo y para mantener la collareta de la dalmática.
El fiador se fabrica en hilo, en seda o en otros materiales y puede ser siempre
blanco, siempre rojo, o del color de los ornamentos.
El uso del fiador es
propio de España ya que en los demás países suelen usarse cintas, corchetes o
alfileres para ajustar las prendas.
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