25 - Mientras
que el ministro (o los fieles) responden et cum spiritu tuo el sacerdote se vuelve por su izquierda hacia
el altar (pero sin moverse del centro, quedando de nuevo de cara a la cruz).
Extiende y junta las manos e
inclina la cabeza a la cruz diciendo al mismo tiempo Oremus. A continuación, con las manos juntas ante
el pecho, lee (en voz alta) la antífona al
Ofertorio que corresponda a la misa del día[1] 26.
Cuando ha terminado de leer la
antífona (no antes) descubre el cáliz, tomando el velo con las dos manos. Lo
más cómodo es tomarlo por los dos extremos posteriores. A continuación lo
pliega (cuidando de no dejar el forro a la vista) y lo coloca hacia el lado de la Epístola , al fondo del
altar (cerca del retablo o de la grada) y no muy lejos de los corporales (pero
no sobre ellos) de manera que después sirva de apoyo a la hijuela. También
puede el sacerdote, si lo desea, entregar el velo del cáliz al ministro quien
se encargará de plegarlo y de ponerlo en su sitio sobre el altar.
26 - A
continuación pone la mano izquierda sobre el altar (fuera de los corporales) y
con la derecha toma el cáliz (por el nudo) y lo deposita hacia el lado de la Epístola , fuera de los
corporales.
No se trata de las oraciones que
acompañan al ofertorio, las cuales forman parte del ordinario de la misa y serán
dichas más adelante en voz baja. La antífona que aquí lee el celebrante es una
pieza variable (forma parte del propio) que en los oficios solemnes es cantada
por la schola, pero que en la misa rezada el mismo celebrante lee.15
Acto seguido el sacerdote
(teniendo siempre la izquierda sobre el altar), quita primero con la derecha la
palia redonda que cubre la hostia[2]27 dejándola sobre el altar,
cerca del velo del cáliz. A continuación toma con la misma mano, (entre el
pulgar, el índice y el dedo corazón), la patena con la hostia y la eleva hasta
la altura del pecho, hasta donde conduce su mano izquierda para tomar el otro
lado de la patena con la misma disposición de los dedos pulgar, índice y corazón.
Así sostiene el sacerdote la
patena, sobre la parte central de los corporales a la altura de su pecho, un
poco distante del mismo, sujetándola con los tres primeros dedos de cada mano,
los otros dos unidos[3] [28] por debajo de la patena.
Alza entonces el sacerdote los ojos al crucifijo y, bajándolos en seguida, dirá
en voz baja: Suscipe sancte
Pater, etc.
Nota: 1) Si hubiese que
consagrar partículas en un vaso o copón (o varios), después de descubrir el
cáliz y colocarlo fuera de los corporales, pondrá el copón (o los copones)
sobre los corporales tomándolo(s) con la derecha (la izquierda sobre el altar).
Acto seguido lo(s) descubrirá con la derecha, sujetando el pie del copón si
fuese necesario con la izquierda. A continuación proseguirá descubriendo la
patena como ha sido indicado arriba.
2) Fuera de España la patena que
contiene la hostia no se cubre con la palia redonda (que no existe fuera de
nuestro país) sino con la hijuela. Siendo así, las ceremonias del párrafo anterior
se realizan del mismo modo, bastando reemplazar la palabra “palia” por
“hijuela”.
27 - Una vez terminada la oración Suscipe sancte Pater (y no antes) el sacerdote desciende la
patena hasta una altura de aproximadamente cinco dedos por encima de los corporales,
sosteniéndola siempre del mismo modo (es decir con los tres primeros dedos de
cada mano) y traza con ella un signo de cruz horizontal sobre los mismos
corporales.
Después, inclinando la patena
por el lado que mira al fondo del altar, hará deslizarse la hostia sobre el
corporal, concretamente sobre el cuadrado (delimitado por los pliegues) que se
sitúa en la parte central y anterior de los corporales.
A continuación apoya la mano
izquierda sobre el altar[4] [29] y con la derecha coloca la
patena al lado de la Epístola
de modo que la mitad de la misma quede oculta debajo de los corporales.
Si hubiese que consagrar
partículas en un vaso o copón, después de colocar la patena bajo el corporal,
el sacerdote cubrirá de nuevo el copón (o los copones) con la mano derecha,
sujetándolos por el pie con la izquierda si fuese necesario.
28 - A continuación, guardando siempre la mano
izquierda extendida sobre el altar, el sacerdote toma el cáliz (por el nudo) con la mano derecha y lo desplaza un poco más hacia el lado de la Epístola. En seguida,
con las manos juntas ante el pecho, el sacerdote pasa al extremo de la Epístola (donde al
principio de la misa estuvo el misal) y se vuelve de cara al altar. A
continuación toma el cáliz (por el nudo) con la mano izquierda (la derecha sobre
el pecho) y lo acerca hacia sí, depositándolo sobre el altar, frente a sí.
En caso de que se use cucharilla
para el agua (como es costumbre en España) el sacerdote la toma por la cinta y
la deja sobre el altar. Acto seguido toma el purificador con la mano derecha y con
él limpia el interior de la copa del cáliz sosteniéndolo entre tanto con la
mano izquierda por el nudo o por el exterior de la copa[5]30. A continuación vuelve a
poner el cáliz sobre el altar y toma el purificador por uno de sus extremos
sosteniéndolo entre el dedo pulgar de la mano izquierda y el nudo del cáliz (o
entre el dedo pulgar y los labios de la copa) rodeando con los demás dedos el nudo
o la boca del cáliz y dejando colgar todo el purificador desde el nudo (o desde
la boca del cáliz) hasta abajo, de manera que cubra en lo posible tanto el nudo
como el pie del mismo.
Después
toma con su mano derecha la vinajera que le presenta el ministro y echa el vino
dentro del cáliz. Para evitar que haya gotas que salpiquen es conveniente
inclinar un poco el cáliz y verter el vino haciéndolo deslizarse suavemente por
la pared de la copa, enderezándolo de nuevo una vez que haya terminado. A
continuación devuelve la vinajera al ministro y, conservando la mano izquierda
(con el purificador) sobre el nudo (o sobre la boca) del cáliz, bendice con la
mano derecha (haciendo un signo de cruz) la vinajera del agua que le presenta
el ministro, mientras dice (en voz baja) Deus qui humanae substantiae etc.
A
las palabras per huius aquae
et vini mysterium toma
con la derecha la vinajera y añade unas gotas de agua al cáliz, con las mismas
precauciones que antes indicamos para que las gotas no salpiquen. Si el
sacerdote (como es usual en España) se sirve de una cucharilla, tomará con ella
el agua de la vinajera (que le presenta el ministro) y tras echarla en el cáliz
limpiará la cucharilla con el purificador y la dejará sobre el altar, cerca del
velo del cáliz.
Tras lo cual, es conveniente
(aunque las rubricas no lo prescriben) que el sacerdote limpie con el purificador
las gotas que hayan podido saltar a las paredes interiores del cáliz (Con el
dedo índice de la mano derecha envuelto en el purificador). Una vez hecho lo
cual el sacerdote, con la mano izquierda, acerca el cáliz (tomándolo por el
nudo) a los corporales y vuelve al centro del altar con las manos juntas ante
el pecho y llevando el purificador entre ellas. Durante todo este movimiento el
sacerdote continúa a recitar en voz baja la oración Deus qui humanae substantiae sin olvidar que al pronunciar el
nombre Iesus debe hacer una inclinación de
cabeza hacia la cruz.
29 - Llegado
ante el medio del altar el sacerdote se vuelve hacia el retablo, coloca la mano
izquierda sobre el altar (fuera de los corporales) y con la mano derecha
deposita el purificador (plegado en dos) sobre la mitad de la patena que quedó
descubierta. Después toma con la mano derecha el cáliz (por el nudo) y lo eleva
hasta delante de su pecho. Al mismo tiempo conduce su mano izquierda hasta
sostener con ella el pie del cáliz. El sacerdote sostiene así el cáliz, en el
aire, de manera que el límite superior de la copa se encuentre a la altura de
sus ojos (no más alto), agarrándolo con la derecha por el nudo y con la
izquierda por el pie. En esta posición el sacerdote dirá (en voz baja) la
oración Offerimus tibi
Domine, etc. manteniendo
los ojos elevados hacia el crucifijo durante toda esta oración.
Cuando haya acabado de decir la
oración, sosteniendo el cáliz de la misma manera, lo desciende hasta una altura
de unos cinco dedos por encima de los corporales y traza con él una cruz horizontal
sobre los corporales, pero sin hacerlo pasar por encima de la hostia, y acto seguido
lo deposita sobre el cuadrado central de los corporales (es decir: detrás de la
hostia). A continuación, tomando la hijuela con la derecha, cubre con ella el
cáliz (teniendo la mano izquierda extendida sobre el altar, fuera de los
corporales, o mejor: sujetando con ella el pie del cáliz ).
30 - En
seguida el celebrante junta las manos e inclinándose medianamente las apoya sobre
el borde del altar (de modo que sólo las puntas de los meniques toquen el
frontal), y dice en voz baja In spiritu humilitatis, etc.
Cuando termina de recitar esta
oración se pone recto, alza y baja al instante los ojos, mientras que extendiendo,
levantando y juntando las manos ante el pecho, dice (en voz baja): Veni Sanctificator etc. y al pronunciar la palabra bene+dic bendice el cáliz y la hostia juntamente, trazando sobre ellos un signo
de cruz con la mano derecha, teniendo la izquierda puesta sobre el altar pero
fuera de los corporales.
Hecho el signo de cruz, junta de
nuevo las manos ante el pecho, va al ángulo de la Epístola donde, vuelto
hacia el ministro (y no hacia el retablo) que le presenta el agua y el manutergio,
se lava las manos del siguiente modo: el ministro derrama un poco de agua sobre
las extremidades[6] [31] de los dedos pulgar e índice de
ambas manos del celebrante y este a continuación los enjuga con el manutergio
que le presenta igualmente el ministro. Mientras ejecuta esta acción el sacerdote
ha de recitar en voz baja el salmo lavabo inter innocentes etc. Ha de notarse que esta
ablución ha de realizarse fuera del altar, sosteniendo el ministro en sus manos
la vinajera y el platillo. Una vez enjugados los dedos, el sacerdote entrega al
ministro el manutergio y volviendo a juntar las manos ante el pecho, se vuelve
de cara al retablo para terminar de recitar el salmo leyéndolo (en voz baja)
sobre la sacra. Llegado al Gloria Patri hace inclinación de cabeza hacia la cruz, y al sicut erat in principio etc. se pone derecho y se desplaza
(siempre con las manos juntas) hasta el centro del altar, terminando de decir
la oración.
31 - Una vez en el medio del altar y vuelto
hacia él, levanta los ojos al crucifijo y volviéndolos a bajar apoya las manos
juntas sobre el altar (de modo que sólo la extremidad de los meniques toquen el
frontal) y medianamente inclinado dice (en voz baja) la oración Suscipe Sancta Trinitas.
Acabada la oración, besa el
altar en el medio, poniendo ambas manos extendidas sobre el altar, una a cada
lado de los corporales (pero fuera de ellos). Acto seguido se endereza juntando
las manos ante el pecho, se vuelve (por su derecha) de cara a los fieles y dice
(con los ojos bajos y con voz media) Orate fratres mientras extiende y vuelve a unir las manos
ante el pecho. El resto: ut meum ac
vestrum sacrificium etc. lo continúa en voz baja, mientras se vuelve hacia el altar (con las manos
juntas) por su izquierda, de manera a realizar una vuelta completa.
Cuando el ministro (o los
fieles) hallan respondido Suscipiat
Dominus, etc. el
sacerdote dice (en voz baja) Amén.
32 - A
continuación, y sin decir Oremus, vuelto hacia el misal con las
manos extendidas ante el pecho, lee (en voz baja) la Secreta ,
juntando las manos al Per Dominum e inclinando la cabeza hacia la
cruz al Iesum Christum. Si la Secreta tiene como
conclusión Qui tecum o Qui vivis juntará las manos a las palabras in unitate y no hará inclinación de cabeza.
Si la misa tiene una sola
Secreta, el celebrante no termina de decir la conclusión, sino que se para al
llegar a las palabras Spiritus Sancti
Deus (inclusive).
Si la misa tiene varias Secretas
el celebrante recitará la conclusión completa de la primera de ellas (incluso
el Amén). A continuación lee las que
tenga que añadir bajo una sola conclusión[7] [32]. Esta última conclusión no
la dirá completa sino tan sólo hasta las palabras Spiritus Sancti Deus (inclusive).
Habiendo dicho el Spiritus Sancti Deus de la última Secreta, separa las
manos y coloca la derecha extendida sobre el altar (fuera de los corporales),
con la izquierda busca en el misal la página del Prefacio conveniente, tras lo cual coloca dicha mano
extendida sobre el altar (fuera de los corporales). Teniendo pues ambas manos
apoyadas sobre el altar, a ambos lados de los corporales, leerá (en voz alta) Per omnia saecula saeculorum y prosigue así leyendo el resto.
Al Sursum corda eleva ambas manos a la altura
del pecho (las palmas frente a frente). Al Gratias agamus junta las manos ante el pecho, elevando los
ojos a la cruz y al decir Domino Deo
nostro inclina
la cabeza hacia la cruz. Luego prosigue la lectura (en voz alta) del Prefacio,
teniendo las manos extendidas ante el pecho.
33 - Una
vez concluido el Prefacio junta las manos ante el pecho (sin apoyarlas sobre el
altar) y se inclina medianamente para recitar el Sanctus que según las rúbricas ha de ser dicho en
“voz media” es decir no en secreto, pero tampoco tan alto como las partes que
han de ser dichas en voz alta o perfectamente audible. Al llegar a Benedictus se endereza y se santigua del
siguiente modo: la mano izquierda extendida sobre la cintura, con la extremidad
de los dedos de la derecha se toca la frente al decir Benedictus, el pecho al decir qui venit, el hombro izquierdo al decir in nomine Domini, el hombro derecho al decir Hosanna in excelsis. Terminado el Sanctus el celebrante no vuelve a juntar
las manos.32 Siempre en voz
baja, con las manos extendidas ante el pecho y sin Oremus.
[1] 26 No se trata de
las oraciones que acompanan al ofertorio, las cuales forman parte del ordinario
de la misa y serán dichas más adelante en voz baja. La antífona que aquí lee el
celebrante es una pieza variable (forma parte del propio) que en los oficios solemnes
es cantada por la schola, pero que en la misa rezada el mismo celebrante lee.
[2] La palia de forma redonda que cubre la hostia sólo se conoce en España.
Las rúbricas del rito romano no la mientan jamás y tan sólo los autores
hispanos hablan de su uso aunque de manera muy somera.
[3] 28 Es decir: las extremidades
de los dos dedos anulares y de los dos meniques unidas entre sí.
[4] 29 En general, cuando una mano
ejecuta alguna acción, la otra no debe jamás quedar suspendida en el aire sino
que deberá colocarse sobre el altar o sobre el pecho, según el movimiento de
que se trate.
[5] 30 Aunque muchos autores dicen que en este momento
se sostenga el cáliz por el nudo, nos parece mejor sostenerlo por el exterior
de la copa de modo que el tallo del cáliz no sufra demasiado.
[6] 31 Aunque las rúbricas no lo
prescriben, los autores recomiendan mucho que, por precaución, cada vez que
haya que cubrir o descubrir el cáliz en vez de dejar la mano izquierda sobre el
altar se sujete con los dedos de la misma el pié del cáliz.
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