Por su función fijando el navío al fondo del mar, con lo cual éste resiste las tormentas sin desplazarse, el ancla simboliza la seguridad, la firmeza, la solidez, frencuentemente en contraposición a los factores de alteración e inestabilidad. El ancla, por otra parte, es un símbolo de la cruz, que se empleó durante los primeros tiempos del cristianismo para eludir la representación de ésta.
El ancla y el delfín ilustran el tema "Festina lente", que Erasmo glosó y Alciato incorporó a sus emblemas, y que había sido ya la divisa de Augusto. Sus equivalencias libres "Haz lentamente lo urgente", "Apresúrate con calma", etc., al jugar paradójicamente con el encuentro de contrarios, contienen una lección de prudencia tan sutil como problemáticamente realizable.
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