Criterios históricos y teológicos han devuelto al
tiempo pascual su carácter cincuentenario, un tanto olvidado durante siglos.
Fundándose en ellos, la reforma del concilio Vaticano II ha restablecido en los
libros litúrgicos actuales el genuino sentido de la pascua. Con su ayuda, la
comunidad que celebra la pascua descubre su sentido. Así es claro en los
prenotandos del Misal Romano, donde se dice taxativamente que los cincuenta
días que van de la resurrección hasta el domingo de Pentecostés han de
celebrarse con tal alegría y exultación, como si se tratara de un solo y único
día festivo, como "un gran domingo" (san Atanasio).