En densas y sugestivas páginas de espiritualidad eucarística, F.X. Durwell habla
del «rostro eucarístico de la Iglesia», es decir, de aquella imagen ideal que la
Iglesia ofrece de sí cuando celebra la Eucaristía. Los rasgos luminosos del
rostro eucarístico son simplemente los de una Iglesia que ama, en el
sacramento del amor de Cristo hasta el don de la vida; de una Iglesia que
cree y sabe, que en la fe posee el secreto de la vida y de la historia y
celebra la fe que le ha sido dada; es una Iglesia que espera y se
proyecta hacia el día del Señor; es una Iglesia destinada a la
resurrección, lavada de sus pecados, evangélica en sus compromisos puesto
que evangelizada y evangelizadora. Es una Iglesia «icono de la
Trinidad».
La Igleisa necesita de santos, lo sabemos, y ella necesita también de artistas hábiles y capaces; los unos y los otros, santos y artistas, son testimonio del espíritu que vive en Cristo (Pablo VI Carta a los miembros de la Comisión Diocesana de Arte Sacra. 4 de junio de 1967).
Tomás H. Jerez
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viernes, 9 de marzo de 2012
IL VELO DEL CALICE E LA BENEDIZIONE DELL’INCENSO
Si odono di
frequente richiami a volgere l’attenzione all’Oriente cristiano, intanto sono
omessi nel rito romano elementi che lo richiamano, come velare il calice e
benedire l’incenso. La presenza di tende e veli nella liturgia è riconducibile
al culto giudaico; per esempio il doppio velo all’ingresso del santuario nel
tempio di Gerusalemme, segno di riverenza verso il mistero della Shekina,
la presenza divina. Così per l’incenso e gli altri aromi che bruciavano
sull’altare apposito antistante, al fine di elevare visibilmente l’anima alla
preghiera, secondo le parole del salmo 140: Dirigatur, Domine, oratio mea,
sicut incensum, in conspectu tuo – La mia preghiera stia davanti a te come
incenso, o Signore. Nello stesso tempo il profumo copriva l’effetto sgradevole
degli odori degli animali immolati e del sangue dei sacrifici.