Después del versículo introductorio, común a otras horas,
viene el acto penitencial, es decir, el examen de conciencia, que puede estar
precedido o seguido por fórmulas apropiadas, tal vez según el modelo de las de
la misa. Antes de acabar la jornada de trabajo se pide perdón a Dios por las
faltas eventuales. Así han hecho siempre los fieles dotados de cierta
sensibilidad religiosa.
En los monasterios se convirtió en una costumbre
institucionalizada y acogida por las diversas reglas.