Si el estudio de la plegaria eucarística
hace acercarse directamente a los textos —los antiguos y los nuevos—, se hace
consecuente la exigencia de desarrollar la dimensión propiamente teológica; en cada
ocasión de hecho la anáfora nos hace encontrar la riqueza de doctrina con la
que la iglesia entiende y celebra el memorial eucarístico.
Al decir esto, ya subrayamos un hecho: que
el lugar primario en el que encontrar la teología eucarística expresada por la
iglesia será el sitio en el que ella
hace memoria de la pascua, es decir, la liturgia concretamente celebrada.
Ello no significa, en modo alguno, reconocer menor importancia a otros lugares
propiamente teológicos; sólo quiere subrayar el peculiar papel de tradición que
es propio de la liturgia de la iglesia.
Cuando después consideremos más de cerca
—aunque sólo sea de un modo global y panorámico— la ayuda efectiva que nos
puede venir de textos de plegarias eucarísticas para la comprensión del sentido
de la eucaristía que celebramos, el tema se ensancha necesariamente a una multiplicidad
de aspectos. Por limitarnos a los esenciales, podríamos recordar los
siguientes. Ante todo, a nivel de inspiración: dar gracias, para
la iglesia significa situar la propia oración dentro de una historia a través
de la cual Dios se ha ido progresivamente revelando como el Dios de la alianza;
ello quiere decir hacer memoria de su amor para con nosotros, en el
sentido profundo de continuar, por parte de Dios, un gesto de salvación, y de
confesar, por parte de la iglesia, que Dios es Señor de la historia y del
cosmos y que ama al hombre. En esta perspectiva, la plegaria eucarística se
manifiesta como e! lugar privilegiado de la profesión de la fe de un pueblo y,
al tiempo, momento de gracia con el que Dios nos constituye permanentemente como
pueblo de la alianza.
Si después consideramos dos hechos complementarios
atestiguados por el desarrollo histórico —la multiplicidad de plegarias
eucarísticas y la plegaria eucarística como elemento normal de la celebración
de la eucaristía—, esto nos ayuda a alcanzar un segundo nivel de
consideración: en la multiplicidad de los textos la plegaria eucarística nos
ayuda a comprender el sentido mismo de la celebración cristiana en términos de
proclamación de fe en el misterio de Jesucristo y de momento que edifica, aquí
y ahora, en la multiplicidad de las situaciones dentro de las que se sitúa la
iglesia en comunión; análogamente, la normalidad de este elemento en la
celebración cultual indica claramente que la liturgia en cuanto tal es
celebración del misterio de Cristo en su globalidad; memorial de la pascua, en
el que se compendia toda la historia de la salvación.
Cuando se nos pregunta por la estructura misma
de la plegaria eucarística, se hace inevitable alcanzar un tercer nivel:
el sucederse del momento narrativo de la historia de la salvación, que
culmina en la pascua de Cristo; de la oración propiamente anamnética,
que se encarga de resituarnos constantemente en la realidad de la
celebración-memorial; de la epíclesis de comunión, enteramente referida
a la comunidad eclesial, que es generada por tal memorial, tiene una riqueza de
discurso que ha de comunicar: a la luz del sentido de esta estructura resulta
de hecho posible captar hasta qué punto dominan las categorías doctrinales de acontecimiento salvífico, de celebración memorial,
de estructura anamnética, etc., en la interpretación de la liturgia cristiana
J«. Un último nivel de consideraciones podría ser el de la reflexión en
torno al discurso sobre Dios elaborado y expresado por la plegaria
eucarística: además de estar este discurso constantemente referido a la
historia de la salvación, en el que se inspira y toma contenido, se articula
con la riqueza y la potencialidad del pensamiento simbólico, recorrido por la
tensión de fidelidad al símbolo del que es memoria; además de eso
—y es quizá esto último la observación que subraya el aspecto más singular— se configura
como discurso sobre Dios enraizado en la adoración, que se manifiesta por tanto
en doxología. En la perspectiva de la alianza, esa doxología se revela
como la forma más alta y más verdadera de nuestro hablar de Dios, la que mejor
expresa la total gratuidad de un don del que no pueden sino brotar la adoración
y la acción de gracias.
F.
Brovell
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