Como el lector
tiene una posición importante como proclamador de la Palabra de Dios, es
importante que no solo sea capaz de realizar las responsabilidades del
ministerio, sino también las de prepararse dedicadamente para su servicio a
Dios y a la Iglesia. Esta preparación debe ser de dos formas: preparación
previa, y preparación inmediata.
Preparación Previa
Una de las
responsabilidades del lector, en adición a proclamar la Palabra de Dios, es
tener conocimiento y familiarizarse con las Escrituras practicando su capacidad
de proclamar la Palabra de manera que la asamblea cristiana crezca al recibir
el mensaje. Esta preparación debe ser, principalmente, por medio del esfuerzo
del lector utilizando su oración durante el estudio de la Sagrada Escritura,
leyendo la Escritura frecuentemente. Segundo, esta preparación consiste en
aprender técnicas de vocalización usando su voz humana de una manera entonada,
modulada y con el timbre de voz adecuado para comunicar el significado de la
Sagrada Escritura. La preparación puede realizarse en su parroquia,
desarrollando y mejorando sus habilidades de proclamación.
Preparación Inmediata
Antes de
comenzar la Santa Misa, el lector se debe familiarizarse con las lecturas que
va a leer. Esta preparación requiere el estudio previo de las Escrituras que
serán proclamadas, entendiendo el contenido de la Escritura de acuerdo al año
litúrgico y las otras lecturas del día. Debería de haber leído la Escritura con
anticipación y debe evitar el sentido dramático, manteniendo una proclamación profunda.
Presentación Personal
La meta del
lector es ayudar a la asamblea a encontrar a Dios en su Palabra. Todo lo que el
lector hace durante la proclamación debería ayudar a dirigir la atención de los
fieles a Dios, y no a ellos mismos. Esto quiere decir que la presencia del
lector no debería distraer a la asamblea de la lectura de la Palabra de Dios,
pero sí, expresar la dignidad de la proclamación, y el respeto que el lector le
da a su ministerio. Mientras el estándar de presentación cambia según la
comunidad y los tiempos, la presentación del lector no debe distraer, y debe
responder a la dignidad de la Iglesia y la Palabra de Dios. Los párrocos pueden
instituir sus propias normas para la presentación de sus lectores, para asegurar
que este ministerio sea llevado con la modestia y decoro apropiado.
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