Después de presentar algunas dificultades inherentes a la reflexión sobre la relación entre belleza y liturgia, el prior de la comunidad monástica de Bosse desarrolla su meditación a partir de la constatación que la belleza permanece un enigma. El discernimiento de la belleza como epifanía reveladora de Dios y de su acción, necesita de parte del hombre una educación de la inteligencia del corazón, un largo y fatigoso camino ascético: necesita, en una palabra, la transfiguración de los sentidos humanos. Esto vale en modo particular para la liturgia, Opus Dei, cuya belleza se manifiesta a los ojos de la fe y se experimenta con los sentidos espirituales.
La belleza de la liturgia se mide según la capacidad que ella tiene de transparentar la acción del Señor, de ser signo de la presencia eficaz de Cristo resucitado. Con esta óptica, se debe tener una precisa conciencia: es el arte que debe estar al servicio de la liturgia, no viceversa. Sirve la vigilancia y el discernimiento: la banalidad, el abandono, la falta de calidad, todo esto amenaza la acción litúrgica, como el arte marcado por la improvisación, o una pretendida belleza para la cual la liturgia sirva como contexto en el cual expresarse. Todo aquello que es opus hominis debe entrar en la liturgia solo si tiene la calidad para estar a su servicio.
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La revista del clero italiano
Junio 2011. Año XCII
Enzo Bianchi
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