El último 7 de noviembre el Papa Benedicto XVI, en su vista a la ciudad de Barcelona, consagró como Basílica menor la iglesia de la Sagrada Familia proyectada por el emblemático arquitecto catalán Antonio Gaudí. Detrás de este reconocimiento de parte de la Sede Apostólica a este edificio que se ha transformado en símbolo de la ciudad, hay dos valores que se podrían resaltar: el primer valor es que este edificio nos habla de la presencia de Dios en medio de la ciudad de los hombres; el segundo el ejemplo de vida de un hombre que se ha entregado plenamente a su vocación de artista y de cristiano comprometido con su fe.
Lo que ha atraído al Papa de la Sagrada Familia es “La riqueza simbólica bíblica, litúrgica y catequética que Gaudí dio a su proyecto, así como la vida ejemplar de Antonio Gaudí, el arquitecto de Dios”, decía Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, en una entrevista publicada en Zenit.
El 19 de marzo, día de San José de 1882, el obispo Urquinaona pone la primera piedra del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia. Este templo nace por iniciativa privada de Josep Maria Bocadella, presidente de la Asociación Espiritual de Devotos de Sant Josep. En un primer momento los trabajos estuvieron bajo la dirección del arquitecto Francesc de Paula Villar. Villar debió abandonar el proyecto por algunos desacuerdos. Su sustituto fue el joven y prometedor arquitecto llamado Gaudí, quien modificó el proyecto por entero, salvo la parte ya construida de la cripta.
Gaudí dedicó 43 años de su vida a trabajar intensamente en este proyecto. Muchos aspectos de la obra los decidía a medida que la construcción avanzaba. De este modo se hacía cada más impredecible. Dotado de una fuerte intuición y capacidad creativa, estudiaba hasta el más mínimo detalle de sus creaciones, integrando en la arquitectura toda una serie de trabajos artesanales que dominaba él mismo a la perfección: cerámica, vidriería, forja de hierro, carpintería, etc. Por esto la Sagrada Familia es una iglesia única en su tipo; en ella el arquitecto puso en juego todo su talento creativa y su experiencia mística.
El cardenal Raztinger escribe en su libro introducción al espíritu de la liturgia que el arte es siempre un don. Y la inspiración que hace nacer la obra de arte no se puede decidir, sino que se debe recibir gratuitamente. La renovación del arte en la fe presupone, antes que nada, el dono de una nueva visión. Es necesaria una fe capaz de ver, porque donde esta se da, el arte encuentra su justa expresión. La iglesia proyectada por Gaudí es una obra maestra, porque nace de la inspiración de la fe.
Benedicto XVI en su homilía en la Sagrada Familia explica que el secreto del arquitecto catalán, es que se alimentaba como hombre, como creyente y como arquitecto de tres grandes libros: “el libro de la naturaleza, el libro de la Sagrada Escritura y el libro de la liturgia”.
El proyecto de Gaudí está marcado por un fuerte sello personal caracterizado por la búsqueda constante de nuevas soluciones estructurales, que logró después de toda una vida dedicada al análisis del comportamiento óptimo de la estructura en el edificio. Mediante su estilo orgánico, inspirado en la naturaleza, generó una obra arquitectónica que es una simbiosis perfecta de la tradición y la innovación. Toda su producción artística está marcada por las que fueron sus cuatro grandes amores en la vida: la arquitectura, la naturaleza, la religión y el amor a Cataluña.
De estudiante lo tomaron por loco. El día en que Gaudí terminó sus estudios de Arquitectura, el director de la Escuela, Elies Rogent, comentó a los demás profesores: “Nos hallamos en presencia de un loco o de un genio”. Esta profecía término siendo incompleta porque ahora de genio lo quieren transforma en santo. Ya que a una vida de cristiano ejemplar se suma numerosos milagros que se produjeron por su intercesión: ha unido familias rotas, ha curado enfermedades, ha producido conversiones al cristianismo, etc.
Entre las conversiones más destacadas se encuentra la del escultor japonés Etsuro Sotoo, quien trabajando en el templo recibió el don de la fe para él y su esposa. Su conversión llegó cuando se dio cuenta que para comprender la obra de Gaudí no bastaba con verlo a él: «Quería ser fiel al espíritu de Gaudí, penetrar su esencia. Después me di cuenta de que, aun con toda mi buena voluntad, sólo podía llegar hasta cierto punto. Entonces me di cuenta de que no debía mirar a Gaudí, sino mirar hacia donde él miraba».
El presidente de la Asociación Pro Beatificación Antonio Gaudí decía en entrevista a Zenit que Antonio Gaudí será elevado a los altares por ser un ejemplo para todos los cristianos: “Gaudí a través de su amor a la naturaleza, del estudio de sus formas, del orden, y de la belleza, nos lleva a Dios creador. A través de su vida de trabajo intenso, de sacrificio, de humildad; a través de su vida de piedad, y de su amor a la Eucaristía, a la Pasión de Jesucristo y a la Virgen, nos lleva a Dios redentor y santificador”.
Gaudí murió después de tres días de agonía, luego de ser atropellado por un tranvía el 10 de julio de 1926, cuando tenía 74 anos de edad. Por su aspecto de mendigo tardaron en darse cuenta que se trataba del genial arquitecto. El conductor que lo atropelló apartó el cuerpo y siguió su ruta, luego describiría a la víctima como “un vagabundo borracho que no miraba por dónde iba”. Fue enterrado, en un acto multitudinario, en la capilla de Nuestra Señora del Carmen de la cripta de la Sagrada Familia, al que toda la ciudad de Barcelona se volcó.
La mejor definición que podemos dar de este hombre, es la que dio el Papa en su homilía: “Arquitecto genial y cristiano consecuente, con la antorcha de su fe ardiendo hasta el término de su vida, vivida en dignidad y austeridad”. Fue un hombre que tuvo como motor de su vida la pasión por continuar la obra creadora de Dio, el único arquitecto al que quiso imitar.
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