Tiene como característica primordial el ser evocación de una realidad sobrenatural de carácter divino o la expresión de los dogmas y verdades reveladas. Es un arte al servicio de la evangelización y la implantación de una doctrina específica.
Es una producción artística que no entra como elemento activo en la acción del culto. Su fin no es cultual, sino devocional, expresa la fe personal del artista y favorece la relación privada con el divino.
Por ejemplo: las pinturas murales de algunos conventos del siglo XVI, que fueron instrumento de catequesis y de promoción de valores espirituales y culturales.
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