La conversión de Europa fue fruto de un esfuerzo multisecular, fue obra común de una multitud innumerables de cristianos anónimos y en particular de heroicos misioneros que dejaron en ella sus vidas, por llevar el mensaje de Cristo. Esta empresa tuvo sus protagonistas, hombres y mujeres cuya misión y apostolado revistió particular importancia y ejercitó mayor influencia en el desarrollo de los hechos. El testimonio y labor misionera de estos santos ha constituido un elemento unificador de los pueblo europeos y hasta el día de hoy continúan siendo una fuente inagotable de espiritualidad y fraternidad. «La historia de la formación de las naciones europeas procede paralelamente a aquella de su evangelización; a tal punto que las fronteras coinciden con aquellas de la penetración del evangelio».
Estos santos, protagonistas de la evangelización de Europa, por esa comunión que une misteriosamente la Iglesia terrena con la celeste, se hacen cargo de nosotros en su perenne intercesión ante el trono de Dios. Al mismo tiempo, la invocación más intensa y la referencia más asidua y atenta a sus palabras y ejemplos despertarán en nosotros una conciencia más aguda de nuestra común vocación a la santidad, impulsándonos a consecuentes propósitos de un compromiso más generoso.
Con la Carta Apostólica Egregiae Virtutis, del año 1980, Juan Pablo II proclamó a los hermanos San Cirilo y Metodio como copatronos de Europa. Más adelante en el año 1999 con la Carta Apostólica en forma de Motu Proprio, proclama a Santa Brígida de Suecia, Santa Catalina de Siena y a Santa Teresa de la Cruz como copatronas de Europa. De esta forma se extiende a 6 el número de patronos de Europa, junto a San Benito. Con estas tres últimas santas el Santo Padre ha querido reconocer la cada vez más clara dignidad y dones propios de la mujer. Brígida de Suecia, Catalina de Siena y Santa Teresa de la Cruz , se han destacado por el amor generoso a la Iglesia de Cristo y el testimonio dado de su cruz. De este modo el Papa ofrece a los cristianos europeos, que viven con todos sus conciudadanos un cambio de época rico de esperanza pero, a la vez no exento de preocupaciones, una ayuda espiritual en la contemplación y la invocación de algunos santos que, en cierto modo son representantes de su historia.
San Benito, con su influencia abarcó en un primer momento la Europa Occidental y central y luego se extendió por todo el mundo por medio de los centros benedictinos. Los hermanos Cirilo y Metodio, ponen de manifiesto, no solo el aporte de la cultura griega, sino también la irradiación de la Iglesia de Constantinopla y de la tradición Oriental, profundamente enraizadas en la espiritualidad y en la cultura de los pueblos y naciones de la zona oriental del continente europeo.
No es que haya tenido un protagonismo en la evangelización de Europa en forma directa, pero San Benito es considerado como el patriarca de los monjes de occidente del siglo VI, por el influjo que ejerció su regla en la vida religiosa. La expansión de la orden benedictina, por él fundada operó una extraordinaria labor de difusión del evangelio en todo el continente. Se constituyó en un punto de referencia fundamental para la unidad de Europa y un fuerte recuerdo de las irrenunciables raíces cristianas de su cultura y de su civilización. De este padre del monacato occidental conocemos la recomendación que hizo a los monjes en su regla: «No antepongáis absolutamente nada a Cristo».
Cirilo y Metodio son símbolo de la unidad y catolicidad de la Iglesia y son patrimonio común de oriente y occidente. Estos hermanos nacieron en Tesalónica, ciudad en la que vivió y trabajó San Pablo. Desde el inicio de su vocación mantuvieron una relación cultural y espiritual estrecha con la Iglesia de Constantinopla, floreciente por su cultura y actividad misionera. Los dos hermanos son llamados al estado monacal, y unieron los deberes de su vocación religiosas con la labor misionera. Dieron sus primeros pasos misioneros con la predicación a los Cátaros de Crimea. Su principal obra evangelizadora fue la misión en la Gran Moravia. Tradujeron a su lengua los Libros Sagrados con finalidad litúrgica y catequética. Por esta razón son considerados apóstoles de los eslavos y padres de la cultura de todos estos pueblos y de todas estas naciones. Su obra contribuyo a consolidar las raíces cristianas comunes de Europa, raíces que han impregnado con su sabia la historia y las instituciones europeas.
Santa Brígida nació en una familia aristocrática. Es conocida, sobre todo, como mística y fundadora de la orden del Santísimo Salvador. La primera etapa de su vida la vivió como laica, estuvo felizmente casada con un cristiano piadoso, con el que tuvo ocho hijos. Cuando Juan Pablo II la nombra como patrona pretende: «que la sientan cercana, no solamente quienes han recibido la vocación a una vida de especial consagración, sino también aquellos que han sido llamados a las ocupaciones ordinarias de la vida laical en el mundo y, sobre todo, a la alta y difícil vocación de formar una familia cristiana». Durante su matrimonio supo conjugar el amor conyugar, la oración intensa, el estudio de la Sagrada Escritura , el sacrificio y la caridad. Su unión con Dios fue acompañada del don de profecía.
«En Brígida se observa la fuerza de la profecía. A veces, su tono parece un eco del de los antiguos profetas».
Santa Catalina cumplió un rol fundamental en la profundización doctrinal del mensaje revelado, de modo que ha sido reconocida por la Iglesia con el título de doctora de la Iglesia. «En efecto, la joven sienesa entró con paso seguro y palabras ardientes en el corazón de los problemas eclesiales y sociales de su época […] fue incansable en el empeño que puso en la solución de muchos conflictos que laceraban la sociedad de su tiempo». En el lecho de su muerte estaba escrito: «Tened por cierto, queridísimos, que he dado la vida por la santa Iglesia». Esto deja de manifiesto el ideal de su vida, que fue siempre el servicio sin reservas a favor de la Iglesia.
Edith Stein nace en el seno de una familia judía. «En ella todo expresa el tormento de la búsqueda y la fatiga de la “peregrinación existencial”». El camino de su conversión fue, en primer lugar la escucha atenta y meditativa del testimonio de la experiencia espiritual de Santa Teresa de Jesús. De ella se hizo discípula e imitadora. De esta forma llego al Bautismo, y luego a la consagración completa de su vida, en la familia contemplativa de la orden Carmelita. Es imprescindible destacar su apasionada promoción de la dignidad de la mujer. En sus libros explora la riqueza de la femineidad y la misión de la mujer desde el punto de vista humano y religioso. Ella fue deportada y ejecutada en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau. Declarar a Edith Stein copatrona de Europa «significa poner en el horizonte del viejo continente una bandera de respeto, de tolerancia y de acogida que invita a hombres y mujeres a comprenderse y a aceptarse, más allá de las diversidades étnicas, culturales y religiosas, para formar una sociedad verdaderamente fraterna».
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