El Crucifijo, con el altar, el ambón y el Sagrario, son los principales objeto del presbiterio. Porque «Il Signore è il punto di riferimento. È lui il sole nascente della storia». Nos recuerda que en el altar se ofrece el mismo Sacrificio del Calvario. Es, pues, un objeto litúrgico, no un adorno. Dice la Escritura : «Mirarán al que traspasaron» (Jn 19,37). Y Jesús dijo: «Cuando Yo sea levantado hacia lo alto, atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32).
No debe ser una Cruz sin crucifijo. No es para la devoción personal, sino anuncia que la Misa es el mismo Sacrificio del Calvario. En la Cruz se unen el cielo y la tierra, lo horizontal y lo vertical, la alabanza que brota de los hombres y la santificación que desciende desde Dios. Y es el centro desde el cual quedan benditos los cuatro ángulos del mundo. Mediante la cruz Cristo reconcilió a judíos y gentiles y los reunió en un solo Cuerpo dando muerte en Él al odio: «Así creó con los dos pueblos un solo Hombre nuevo en su propia persona, restableciendo la paz, y los reconcilió con Dios en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, destruyendo la enemistad en su persona» (Ef 2,15-16).
Para que se aprecie su relación con el altar, se opto por una colocación bien visible, y en eje vertical con el altar. Como recomienda la Instrucción General del Misal Romano: «Que haya una cruz, con la figura de Cristo sobre ella, sea sobre el altar o cercano a él, donde sea claramente visible a la asamblea reunida. Es apropiado que una cruz similar, que recuerde a los fieles la Pasión salvífica del Señor, permanezca cercana al altar también fuera de la celebraciones litúrgicas»
La croce è l´Albero della vita, lo stesso che era piantato al centro dell´Eden, ai piedi del quale sgorgava la fonte dei quattro fiumi del Paradiso [«Y el Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, que eran atrayentes para la vista y apetitosos para comer; hizo brotar el árbol del conocimiento del bien y del mal. Del Edén nace un río que riega el jardín, y desde allí se divide en cuatro brazos. El primero se llama Pisón: es el que recorre toda la región de Javilá, donde hay oro. El oro de esa región es excelente, y en ella hay también bedelio y lapislázuli. El segundo río se llama Guijón: es el que recorre toda la tierra de Cus. El tercero se llama Tigris: es el que pasa al este de Asur. El cuarto es el Éufrates» (Gn 2,9-14)], che si ritrova al centro della Gerusalemme celeste e che la Scrittura identifica con la Sophia divina e con il Verbo [«Al borde del torrente, sobre sus dos orillas, crecerán árboles frutales de todas las especies. No se marchitarán sus hojas ni se agotarán sus frutos, y todos los meses producirán nuevos frutos, porque el agua sale del Santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas de remedio» (Ez 47,12). «El que pueda entender, que entienda lo que el Espíritu dice a las Iglesias: al vencedor, le daré de comer del árbol de la vida, que se encuentra en el Paraíso de Dios. En medio de la plaza de la Ciudad. A ambos lados del río, había árboles de vida que fructificaban doce veces al año, una vez por mes, y sus hojas servían para curar a los pueblos» (Ap 2,7 – 22,2)]. La croce, Albero della vita sostituto di quello dell´Eden, è collocata come esso nel punto centrale del mondo. In cima al Golgota, l´albero si erge verso il cielo e abbraccia il mondo nello stesso punto in cui Adamo, si dice, fu creato e sepolto, affinché i fiumi di acqua e di sangue che sgorgano dal Crocefisso divenuto “fontana di vita”, grondino sul corpo del primo uomo per resuscitarlo dai morti.
La vitalidad de esta planta es significada por la cruz de Cristo, cuyo sacrificio constituye la recreación de la humanidad y del cosmos. Jesús nuevo Adán que, con el misterio de su Pasión, Muerte y resurrección, hace florecer de nuevo la humanidad, reconciliándola con el Padre […]. De la planta, que representa el árbol de la redención, fluye un manantial de agua que da vida a cuatro arroyos, que simbolizan los cuatro Evangelios, en los que los fieles sacian su sed, como los ciervos en las fuentes de aguas vivas. La Iglesia aparece así como un jardín celestial vivificado por Jesús, el verdadero árbol de la vida.
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