En la reciente Exhortación Apostólica Post-sinodal Verbum Domini, el Santo Padre Benedicto XVI, ofrece algunas indicaciones prácticas en relación a la Arquitectura sacra y la liturgia. En este documento se habla de la iglesia como un lugar que debe favorecer la “proclamación de la palabra, la meditación y la celebración eucarística” (VD. 68).
Pide se presente una especial atención a la acústica del edificio. Esta supone el uso de todos los medios modernos posibles, para la amplificación del sonido, de modo que pueda escucharse a los ministros con facilidad y claridad.
Me quisiera detener a considerar con más detalles las propuestas que hace el documento en relación al ambón y la colocación del Sagrada Escritura en un lugar relevante de la iglesia, aún fuera de la celebración.
El ambón es el “lugar litúrgico donde se proclama la palabra de Dios” (VD 68). Esta palabra es uno de los modos de la presencia de Cristo en la liturgia: “Cristo está presente en su Iglesia, y en modo especial en la acción liturgia [...]. Está presente en su palabra, ya que es Él que habla cuando en la iglesia se lee la Sagrada Escritura ” (SC 7).
Por esta razón debe colocarse el ambón en un sitio bien visible, elevado (Anabaínein significa “subir a un lugar elevado”), donde espontáneamente se dirija la atención de los fieles. Así los ministros pueden ser fácilmente escuchados y vistos por toda la asamblea durante la liturgia de la palabra (Cf. IGMR 272).
Se presenta el ambón como un lugar “lo que hace pensar en un noble y elevada tribuna que constituya una presencia elocuente, capaz de hacer resonar la palabra aún cuando ninguno la esté proclamando” (La progettazione di Nuove Chiese, Conferenza Epsicopale Italiana, Roma 1993, 9).
El ambón debe ser fijo porque representa la presencia de Cristo “que permanece eternamente” (DV 26) en el mundo, cosa que no expresa un ambón provisorio y móvil. “Es conveniente por dignidad y funcionalidad, no se reducido [el ambón] a simple atril, ni se convierta en un soporte para otros libros, fuera del Evangeliario y el Leccionario” (PNMR 272).
El ambón sea “como un elemento escultórico en armonía estética con el altar, de manera que represente visualmente el sentido teológico de la doble Misa de la Palabra y de la Eucaristía ” (VD 68). “La liturgia de la Palabra y la celebración del banquete del Señor [...] constituyen un único acto de culto” (EM 10). Esta armonía estructural entre el ambón y el altar que expresa la unidad de Cristo, no significa que el ambón deba superar o competir con la primacía que corresponde al altar. Este último es el centro de la Eucaristía , por esto debe ocupar una posición central. “Cristo está presente en la Iglesia sobre todo en la especie Eucarística” (SC. 7). “Cristo, realmente presente en las especies del pan y del vino, está presente de modo análogo también en la Palabra proclamada en la liturgia” (VD 56).
Su ubicación en el templo debe ser cercana a la asamblea (no al interno del presbiterio, como testimonia la tradición litúrgica) y permitir la procesión del Evangeliario y la proclamación pascual de la palabra (Cf. La progettazione di Nuove Chiese, 9).
Como ya lo indicaba la Instrucción General del Misal Romano, se admite “que desde el ambón sean proclamadas las lecturas, el salmo y el pregón pascual (VD 68). Las escrituras son unitarias y todas inspiradas por el espíritu Santo, lo que induce a un único lugar para la proclamación.
También desde el ambón pueden hacerse “la homilía y las intenciones de la oración universal” (DV 68).
En los últimos años se ha transformado en algo habitual la colocación de la Sagrada Escritura en algún lugar visible del templo como signo de la presencia de la palabra de Dios en la Iglesia. “La Sagrada Escritura proporciona apoyo y vigor a la vida de la Iglesia. Para sus hijos, es firmeza de la fe, alimento y manantial de vida espiritual. Es el alma de la teología y de la predicación pastoral” (compendio CIC 24).
“Los padres sinodales sugieren que en las iglesias se destine un lugar de relieve donde se coloque la Sagrada Escritura también fuera de la celebración” (VD 68).
Las respuesta que hasta la fecha se han dado con respecto a este tema, no han sido homogéneas, algunos han colocado las Escrituras cercana al ingreso del templo, otros en el pasillo central, otros sobre el presbiterio. La Verbum Domini no ofrece una solución definitiva, solo pide que no sea colocado al centro. “Conviene que el libro que contiene la Palabra de Dios tenga un sitio visible y de honor en el templo cristiano, pero sin ocupar el centro” (VD 68).
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